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El infierno de Gabriel_1

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nadie. Se me da muy bien guardar secretos.<br />

»Voy a solicitar un cambio <strong>de</strong> director <strong>de</strong> proyecto. Sé que<br />

piensa que no soy <strong>de</strong>masiado brillante y que si no pidió el cambio fue<br />

porque sintió lástima al ver mi apartamento. Es evi<strong>de</strong>nte que piensa<br />

que no estoy a su altura y que le resulta muy duro tener que tratar con<br />

una estudiante virgen y tonta. Así que, adiós.<br />

Con el corazón encogido, se volvió para entrar en el edificio.<br />

—¿Has terminado? —preguntó él, barrándole el paso.<br />

Julia alzó la vista, temblando al oír la dureza en su voz.<br />

—Tú has dicho lo que querías <strong>de</strong>cir. Creo que las leyes <strong>de</strong> la<br />

cortesía me otorgan el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> réplica. —Se apartó <strong>de</strong> la puerta y<br />

se la quedó mirando fijamente, con furia reprimida—. Te abro las<br />

puertas porque es así como se trata a las damas, y tú, señorita<br />

Mitchell, eres una dama. Sé que yo no siempre me comporto como un<br />

caballero, aunque Grace intentó inculcármelo.<br />

»Rachel es una chica muy dulce, pero <strong>de</strong>masiado sentimental. Si<br />

por ella fuera, estaría recitando sonetos bajo tu ventana, como un<br />

adolescente. Así que vamos a <strong>de</strong>jar a mi hermana fuera <strong>de</strong> todo esto,<br />

¿<strong>de</strong> acuerdo?<br />

»Por lo que a ti respecta, si Grace te adoptó como me adoptó a<br />

mí, quiere <strong>de</strong>cir que vio en ti algo muy especial. <strong>El</strong>la tenía un modo<br />

muy particular <strong>de</strong> curar a la gente, gracias al amor. Por <strong>de</strong>sgracia, en<br />

tu caso, igual que en el mío, probablemente llegó <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>.<br />

Julia levantó la vista al oír esas últimas palabras. Habría querido<br />

preguntarle a qué se refería, pero no se atrevió.<br />

—Te he pedido que bailaras conmigo porque me apetecía estar<br />

contigo. Tienes una mente brillante y una personalidad encantadora.<br />

Si quieres otro director, no me opondré, pero francamente, me<br />

<strong>de</strong>cepcionas. No creía que fueras <strong>de</strong> las que se rin<strong>de</strong>n ante la primera<br />

dificultad.<br />

»Y si piensas que hago cosas por lástima es que no me<br />

conoces. Soy un cabrón egoísta y egocéntrico que no suele darse<br />

cuenta <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> la gente que lo ro<strong>de</strong>a. ¡Maldito sea tu<br />

discurso, maldita sea tu baja autoestima y maldito sea el curso <strong>de</strong><br />

especialización! —resopló, tratando <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>r la compostura—. Tu<br />

virginidad no es algo <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bas avergonzarte y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no<br />

es asunto mío. Sólo quería hacerte sonreír y...<br />

Se calló y le acarició la barbilla. Luego le levantó la cara con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hasta que sus ojos se encontraron.<br />

Se inclinó hacia ella hasta que sus labios quedaron a escasos

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