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El infierno de Gabriel_1

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Julia se reclinó en el futón <strong>de</strong> la terraza, con la mirada fija en los<br />

brillantes ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Él se había quitado la americana y se había<br />

aflojado la corbata sin llegar a quitársela, porque le había gustado que<br />

Julianne le tirara <strong>de</strong> ella en el Ponte Santa Trinità.<br />

<strong>El</strong>la estaba embelesada. Todo él le gustaba: la nariz, las mejillas,<br />

la mandíbula angulosa, sus magníficos ojos azules bajo las cejas<br />

oscuras... Hasta el vello que le asomaba por la camisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba reclinado <strong>de</strong> costado, con una rodilla doblada y<br />

apoyándose en un codo mientras servía champán. Brindaron por su<br />

amor con un Dom Pérignon <strong>de</strong> la cosecha favorita <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> antes <strong>de</strong><br />

que éste se inclinara y le atrapara los labios con los suyos.<br />

—Me gustaría darte <strong>de</strong> comer.<br />

—Sí, por favor.<br />

—Cierra los ojos —le pidió—. Prueba.<br />

Julia confiaba en él, así que cerró los ojos y sintió que algo<br />

trataba <strong>de</strong> abrirse paso contra su labio inferior. Pronto estuvo en su<br />

boca, una explosión <strong>de</strong> chocolate y jugosa fresa y el pulgar <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

acariciándole el labio enfebrecido. <strong>El</strong>la abrió los ojos, le agarró la<br />

muñeca y se metió su pulgar lentamente en la boca.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió mucho los ojos y gimió. Julia le recorrió el pulgar<br />

con la lengua; ligeramente al principio y succionando con fuerza luego,<br />

en busca <strong>de</strong> algún resto <strong>de</strong> chocolate. <strong>Gabriel</strong> volvió a gemir al ver que<br />

ella lo miraba con los ojos entrecerrados y una expresión entre<br />

sorprendida y apasionada.<br />

—No te hagas ilusiones. Los pulgares son una cosa, pero soy un<br />

<strong>de</strong>sastre con... —dijo ella, soltándole el pulgar y apartando la vista.<br />

Él la interrumpió con un beso brusco. Mientras le exploraba la<br />

boca con la lengua, le acariciaba el cuello con un <strong>de</strong>do, arriba y abajo.<br />

Cuando se apartó, tenía fuego en la mirada.<br />

—No quiero que vuelvas a hablar así <strong>de</strong> ti nunca más. No lo voy<br />

a consentir. Lo que hay entre los dos es sólo nuestro. No me<br />

prejuzgues, ni te prejuzgues, ni a nosotros ni a lo que po<strong>de</strong>mos hacer<br />

juntos. —Le dio un beso en la mejilla, como si quisiera suavizar la<br />

dureza <strong>de</strong> su tono y le acarició la oreja con los labios—. A<strong>de</strong>más<br />

—susurró—, no me cabe la menor duda <strong>de</strong> que eres excelente<br />

también en eso. Es imposible que una boca tan hábil como la tuya

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