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El infierno de Gabriel_1

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perdonarte. Tienes que pedirle perdón a Paulina y a Dios, pero, sobre<br />

todo, tienes que perdonarte tú.<br />

—No es suficiente —murmuró, con sus gran<strong>de</strong>s ojos tristes,<br />

todavía llenos <strong>de</strong> lágrimas.<br />

—Es verdad que eso no te <strong>de</strong>volverá a tu hija, pero piensa en el<br />

regalo que le has hecho a Tom: le has <strong>de</strong>vuelto a su única hija.<br />

Convierte tu <strong>de</strong>uda en penitencia. No eres un <strong>de</strong>monio. Eres un ángel.<br />

Mi ángel.<br />

<strong>Gabriel</strong> se la quedó mirando, observando sus ojos, sus labios, su<br />

expresión. Luego, le tendió la mano y la sentó en su regazo. La abrazó<br />

durante largo rato. Sus lágrimas caían en el hombro <strong>de</strong> Julia.<br />

—Lo siento —susurró—. Siento haber tardado tanto en <strong>de</strong>círtelo.<br />

Siento que mi historia sea cierta. He matado tu fe en mí. Lo sé.<br />

—Todavía te quiero.<br />

Julia trató <strong>de</strong> calmarlo murmurándole al oído y <strong>de</strong>jando que se<br />

<strong>de</strong>sahogara. Cuando <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llorar, le <strong>de</strong>sabrochó los botones <strong>de</strong> la<br />

camisa rápidamente, antes <strong>de</strong> que pudiera preguntarle qué estaba<br />

haciendo. Abriéndosela, le acarició el tatuaje con los <strong>de</strong>dos. Luego,<br />

muy lentamente, acercó los labios a la boca <strong>de</strong>l dragón y lo besó.<br />

Cuando se echó hacia atrás, <strong>Gabriel</strong> la estaba mirando<br />

asombrado.<br />

Luego, se quitó el pañuelo que le cubría el mordisco y<br />

levantándole la mano, se la colocó sobre la marca, que se había<br />

curado un poco, pero no <strong>de</strong>l todo.<br />

—Los dos tenemos cicatrices. Y tal vez tengas razón, tal vez<br />

nunca <strong>de</strong>saparezcan. Pero soy tu expiación, <strong>Gabriel</strong>. Mi vida es tu<br />

regalo a un padre que podría haber perdido a su única hija para<br />

siempre. Gracias.<br />

—Soy un hipócrita —se lamentó él, con voz ronca—. Le dije a<br />

Tom que era un padre terrible. ¿Y yo? ¿Qué clase <strong>de</strong> padre soy?<br />

—Uno joven e inexperto que no <strong>de</strong>bería haber tomado drogas,<br />

pero que quería a Maia. Me lo has dicho.<br />

Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> abrazarla, <strong>Gabriel</strong> se estremeció.<br />

—Nada <strong>de</strong> lo que pueda <strong>de</strong>cir te la <strong>de</strong>volverá. Pero creo<br />

sinceramente que tu hija está en el paraíso con los bienaventurados. Y<br />

con Grace. —Julia le secó las lágrimas—. Y estoy segura <strong>de</strong> que<br />

ambas querrían que encontraras el amor y el perdón. Creo que rezan<br />

por tu re<strong>de</strong>nción. Y que no creen que seas malo.<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s estar segura? —susurró él.<br />

—Lo aprendí <strong>de</strong> ti. <strong>El</strong> canto treinta y dos <strong>de</strong> <strong>El</strong> Paraíso <strong>de</strong> Dante

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