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El infierno de Gabriel_1

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hervía a él en las venas.<br />

Se vació los bolsillos y <strong>de</strong>sconectó el iPhone antes <strong>de</strong> ir al baño.<br />

Apagó la estufa y se quedó en calzoncillos y camiseta. Dedicó un<br />

momento a memorizar la marca <strong>de</strong>l champú y <strong>de</strong>más productos <strong>de</strong><br />

aseo <strong>de</strong> Julia, para po<strong>de</strong>r comprarlos para su próxima visita a su casa.<br />

Definitivamente, la vainilla era su nuevo sabor favorito.<br />

«Aunque la vainilla y el chocolate juntos...»<br />

Tras apagar la luz, se tumbó a su lado en la cama individual. Era<br />

<strong>de</strong>masiado pequeña para dos personas. Por un momento, casi añoró<br />

su camastro <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> estudiantes en Princeton o en el<br />

Magdalen College. Casi. En aquellas camas se podía dormir, pero<br />

eran totalmente ina<strong>de</strong>cuadas para cualquier actividad sexual. Era una<br />

suerte que ese tipo <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s no formaran parte <strong>de</strong>l menú <strong>de</strong> esa<br />

noche.<br />

Al darse la vuelta, su mano rozó un trozo <strong>de</strong> papel pequeño y<br />

liso metido bajo la almohada. Lo cogió y lo levantó para mirarlo a la luz<br />

<strong>de</strong> un rayo <strong>de</strong> luna que entraba por la ventana. Lo que vio no podía<br />

haberlo sorprendido más. Era una vieja fotografía suya, <strong>de</strong> sus días en<br />

Princeton. Reconoció el jersey <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> remo <strong>de</strong> la universidad.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> la habrá sacado? ¿Cuánto tiempo hará que la<br />

tiene?» Volvió a <strong>de</strong>jarla bajo la almohada, sonriendo sorprendido. Algo<br />

parecido a la esperanza le calentó las entrañas.<br />

Nunca le había gustado dormir abrazando a alguien por <strong>de</strong>trás,<br />

como cucharitas en un cajón. Era una postura <strong>de</strong>masiado íntima para<br />

él. Pero ese día era justo lo que <strong>de</strong>seaba hacer. Ro<strong>de</strong>ó a Julia con su<br />

cuerpo y le pasó un brazo por encima. Encajaban perfectamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró <strong>de</strong> satisfacción al po<strong>de</strong>r abrazar el cálido cuerpo <strong>de</strong> la<br />

joven a la que adoraba y hundir la nariz en su pelo largo y suave, que<br />

olía a vainilla.<br />

Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la mañana, Julia abrió los ojos. Un<br />

fuerte brazo la sujetaba con firmeza y el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> le llegó a la<br />

nariz. Estaba entre sus brazos, con la espalda pegada a su pecho.<br />

Aunque él se movió un poco como reacción al movimiento <strong>de</strong> ella, su<br />

respiración acompasada indicaba que seguía durmiendo.<br />

Julia lo miró en la oscuridad. ¿Cuántos años había esperado<br />

para dormir otra vez a su lado? Se volvió muy lentamente y se puso<br />

boca arriba. Con los ojos cerrados y una expresión <strong>de</strong> paz en la cara,<br />

<strong>Gabriel</strong> parecía mucho más joven.<br />

Casi parecía un niño. Un niño bueno, <strong>de</strong> pelo castaño y labios

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