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El infierno de Gabriel_1

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—Esto no cambia nada. Me alegro <strong>de</strong> que seas amiga <strong>de</strong><br />

Rachel, pero sigues siendo mi alumna y hemos <strong>de</strong> mantener nuestra<br />

relación a un nivel profesional, señorita Mitchell. Será mejor que<br />

tengas cuidado con cómo te diriges a mí, ahora y en el futuro.<br />

—Sí, profesor.<br />

<strong>Gabriel</strong> buscó algún rastro <strong>de</strong> sarcasmo en su voz, pero no lo<br />

encontró. Tenía los hombros encorvados y la cabeza gacha. Su<br />

pequeña rosa se había marchitado. Y él era el único responsable.<br />

«¿Tu pequeña rosa? ¡Maldita sea, Emerson! ¿En qué estás<br />

pensando?»<br />

—Rachel está muy contenta <strong>de</strong> tenerte aquí. ¿Sabías que<br />

estuvo prometida?<br />

—¿Estuvo? ¿Ya no lo está?<br />

—Aaron Webster le pidió que se casara con él y ella aceptó,<br />

pero eso fue antes <strong>de</strong> que Grace... —<strong>Gabriel</strong> respiró hondo—. A<br />

Rachel no le apetece preparar la boda ahora y canceló el compromiso.<br />

Por eso está aquí.<br />

—Oh, no, lo siento mucho. Pobre Rachel. —Julia suspiró—. Y<br />

pobre Aaron. Yo lo apreciaba mucho.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—Aún están juntos. Aaron la quiere, es obvio, y entien<strong>de</strong> que<br />

Rachel necesita tiempo. Cuando las cosas se ponían feas en casa,<br />

ella siempre venía a verme para escapar <strong>de</strong> las peleas. Lo que no <strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong> ser curioso, porque yo era la oveja negra y Rachel la favorita.<br />

Julia asintió como si lo comprendiera.<br />

—Tengo un problema <strong>de</strong> carácter, señorita Mitchell. Me cuesta<br />

controlar la ira. Cuando pierdo el control, puedo ser muy <strong>de</strong>structivo.<br />

<strong>El</strong>la abrió mucho los ojos ante su confesión y separó los labios<br />

como si fuera a hablar, pero no dijo nada.<br />

—Sería... <strong>de</strong>saconsejable que perdiera los papeles cerca <strong>de</strong><br />

alguien como tú. Sería muy doloroso para ambos —siguió diciendo él.<br />

Sus palabras sonaban tan sinceras y aterradoras que a Julia se<br />

le quedaron grabadas a fuego.<br />

—La ira es uno <strong>de</strong> los siete pecados capitales —comentó,<br />

volviendo la cabeza para mirar por la ventanilla, tratando <strong>de</strong> calmar el<br />

ardor que sentía en el vientre.<br />

Él se echó a reír con amargura.<br />

—Curiosamente, poseo los siete. No te molestes en contarlos:<br />

orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria.<br />

<strong>El</strong>la alzó una ceja, pero no se volvió a mirarlo.

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