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El infierno de Gabriel_1

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—Disculpa, ¿te lo he pedido? —preguntó, con una voz tan suave<br />

y calmada que ella aún se alteró más.<br />

«Embustero, embustero, esos preciosos ojos azules me están<br />

follando por entero.»<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió con impertinencia, mirándola por encima <strong>de</strong> la<br />

copa. Se secó los labios con la servilleta y se acercó hasta que sus<br />

caras casi se rozaron.<br />

—Si te pidiera algo, señorita Mitchell, sería otra cosa. —Sin <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> sonreír, volvió a acomodarse en la silla y acabó <strong>de</strong> cenar.<br />

Julia estaba furiosa. Sabía que él no apartaba la vista <strong>de</strong> ella.<br />

Sentía sus ojos clavados en su cara, en su boca, en sus hombros<br />

temblorosos. Nada escapaba a sus penetrantes ojos. Era como si<br />

pudiera leerle el alma.<br />

—Julianne —dijo él finalmente, <strong>de</strong>slizando la mano por <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la mesa. Le agarró la muñeca y, al hacerlo, le rozó el muslo.<br />

Su voz era un suave murmullo. Julia notó su calor <strong>de</strong>slizársele<br />

por la pierna hasta los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies.<br />

—Mírame.<br />

<strong>El</strong>la trató <strong>de</strong> apartar la mano, pero <strong>Gabriel</strong> la sujetó con más<br />

fuerza.<br />

—¡Mírame cuando te hablo!<br />

Julia levantó los ojos hacia los suyos. No eran tan<br />

amenazadores como el tono <strong>de</strong> su voz podía hacer creer, pero sí la<br />

miraban con mucha intensidad.<br />

—Nunca, y cuando digo nunca quiero <strong>de</strong>cir nunca, te follaría.<br />

¿Está claro? Uno no se folla a un ángel.<br />

—Entonces, ¿qué hace alguien como tú con un ángel?<br />

—preguntó con voz temblorosa.<br />

—Alguien como yo la valoraría, la apreciaría. Trataría <strong>de</strong><br />

conocerla y compren<strong>de</strong>rla. Empezaría tal vez por ser su amigo.<br />

<strong>El</strong>la se revolvió inquieta en la silla.<br />

—¿Un amigo con <strong>de</strong>recho a roce?<br />

—Julianne —le advirtió él, soltándole la mano—. ¿Tan difícil es<br />

creer que quiero conocerte? ¿Que quiero tomarme las cosas con<br />

calma?<br />

—Sí.<br />

<strong>Gabriel</strong> maldijo en voz baja y luego dijo:<br />

—Todo esto es nuevo para mí. Tus prejuicios están justificados<br />

hasta cierto punto, pero tampoco hace falta que me provoques<br />

<strong>de</strong>liberadamente.

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