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El infierno de Gabriel_1

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y sé amable. Si no, nunca le arrancarás el caparazón. Te quiero.<br />

—Yo... Adiós. —Incómodo, colgó y siguió preparando el<br />

seminario <strong>de</strong> la semana siguiente.<br />

Al acercarse el final <strong>de</strong>l semestre, la cantidad <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong> Julia<br />

se incrementó exponencialmente. Aparte <strong>de</strong> escribir su tesis, tenía que<br />

entregar varios trabajos para los distintos seminarios antes <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong><br />

diciembre. Y, encima, estaba preparando solicitu<strong>de</strong>s para varias<br />

universida<strong>de</strong>s con programas <strong>de</strong> doctorado.<br />

<strong>Gabriel</strong> y ella hablaron una noche sobre las solicitu<strong>de</strong>s. Él sabía<br />

que quería ir a Harvard y que estaba preparando la solicitud con<br />

mucho cariño. Lo que no sabía era que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong><br />

Toronto y volver a per<strong>de</strong>rlo a Julia le resultaba tan insoportable que, a<br />

escondidas, también estaba preparando una solicitud para la<br />

Universidad <strong>de</strong> Toronto.<br />

Mientras ella pasaba los días y buena parte <strong>de</strong> las noches<br />

trabajando, <strong>Gabriel</strong> luchaba por mantenerse a flote entre un mar <strong>de</strong><br />

evaluaciones y la escritura <strong>de</strong> su segundo libro. Le gustaba pasar las<br />

noches con Julia y a veces la convencía para que trabajara en su<br />

casa. Él ocupaba el <strong>de</strong>spacho y ella extendía sus numerosos papeles<br />

en la mesa <strong>de</strong>l comedor. Aunque no solía durar allí mucho rato. Por<br />

alguna curiosa razón, siempre acababa sentada frente al fuego,<br />

mordiendo la punta <strong>de</strong>l lápiz y tomando notas en una libreta.<br />

Tras varios días <strong>de</strong> verse poco, fue un alivio entrar en el taxi que<br />

los esperaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, para partir <strong>de</strong> viaje. Mientras<br />

el taxista metía su equipaje en el maletero, Julia vio que el viento<br />

otoñal alborotaba el cabello <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y le echaba algún mechón<br />

sobre la frente. Sin pensar, se puso <strong>de</strong> puntillas y se lo apartó <strong>de</strong> la<br />

cara antes <strong>de</strong> darle un beso. Luego le acarició la mejilla con ternura,<br />

diciéndole con los ojos lo que no se atrevía a <strong>de</strong>cirle con palabras.<br />

<strong>Gabriel</strong> le <strong>de</strong>volvió una mirada ardiente y la abrazó por la cintura.<br />

Acercándola a su pecho, profundizó el beso y le acarició la espalda<br />

por encima <strong>de</strong>l chaquetón. Fue ella la que finalmente interrumpió el<br />

beso, riendo como una colegiala cuando él le dio una disimulada<br />

palmadita en el culo.<br />

—Sigo tratando <strong>de</strong> encontrar el adjetivo correcto —dijo él, con<br />

una sonrisa satisfecha—. Respingón no le viene mal.<br />

—Compórtate —lo regañó ella, volviendo a juguetear con su<br />

pelo.<br />

—No puedo. Soy adicto a ti —replicó <strong>Gabriel</strong>, moviendo las

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