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El infierno de Gabriel_1

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—No, gracias a Dios, no lo recuerdo. ¡Y levántate! Pasas más<br />

tiempo <strong>de</strong> rodillas que cualquier puta —exclamó, con los dientes<br />

apretados.<br />

Julia alzó la cabeza bruscamente. Al mirarlo a los ojos,<br />

comprobó que no recordaba nada en absoluto y que estaba cada vez<br />

más furioso. Más le habría valido a <strong>Gabriel</strong> atravesarle el corazón con<br />

una espada, pues se lo había <strong>de</strong>strozado con sus palabras y ya le<br />

había empezado a sangrar.<br />

«Como en el tatuaje. Él es el dragón. Yo soy el corazón que<br />

sangra.»<br />

Pero en ese instante tuvo lugar un hecho remarcable. Después<br />

<strong>de</strong> seis años, algo —¡por fin!— se rompió en el interior <strong>de</strong> Julia.<br />

—Voy a tener que fiarme <strong>de</strong> tu palabra por lo que se refiere al<br />

comportamiento <strong>de</strong> las putas, Emerson —replicó, con algo muy<br />

parecido a un gruñido—. Al parecer, experiencia no te falta.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>sgarro <strong>de</strong> su corazón seguía expandiéndose<br />

dolorosamente. No <strong>de</strong>l todo satisfecha con ese comentario, se olvidó<br />

<strong>de</strong> los cristales y se puso en pie <strong>de</strong> un salto.<br />

—¡No te atrevas a volver a hablarme en ese tono, borracho<br />

asqueroso! ¿Quién <strong>de</strong>monios crees que eres? Después <strong>de</strong> todo lo que<br />

hice por ti anoche. Debería haber <strong>de</strong>jado que Gollum te atrapara.<br />

¡Tendría que haber <strong>de</strong>jado que te la tiraras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todo el mundo<br />

en Lobby!<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

Julia se acercó a él con los ojos brillantes, las mejillas<br />

encendidas y los labios temblorosos. Se estremecía <strong>de</strong> rabia mientras<br />

la adrenalina le fluía por las venas. Tenía ganas <strong>de</strong> golpearlo, <strong>de</strong><br />

borrarle a bofetadas aquella expresión <strong>de</strong> la cara. Quería arrancarle el<br />

pelo a puñados y <strong>de</strong>jarlo calvo. Para siempre.<br />

<strong>Gabriel</strong> aspiró su aroma, erótico e incitante, y se pasó la lengua<br />

por los labios. Pero hacer eso ante una mujer tan enfadada como la<br />

señorita Mitchell fue un error.<br />

Alzó la cabeza, orgullosa, y salió a gran<strong>de</strong>s zancadas <strong>de</strong>l salón,<br />

murmurando variados y exóticos insultos, tanto en inglés como en<br />

italiano. Y, cuando se le acabaron, pasó al alemán, señal inequívoca<br />

<strong>de</strong> que estaba realmente furiosa.<br />

—Hau ab! Verpiss dich! —exclamó<br />

<strong>Gabriel</strong> se frotó los ojos lentamente. A pesar <strong>de</strong> tener una <strong>de</strong> las<br />

peores resacas <strong>de</strong> su vida, estaba empezando a disfrutar <strong>de</strong>l<br />

espectáculo <strong>de</strong> ella vestida con su ropa interior, apasionada y furiosa,

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