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El infierno de Gabriel_1

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Ethan apartó el cordón <strong>de</strong> terciopelo para que pasara.<br />

—No voy vestida para entrar ahí —se excusó Julia, mirándose<br />

las zapatillas <strong>de</strong>portivas, los vaqueros rotos y el jersey <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, que<br />

olía <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>liciosa, pero que le quedaba <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />

—Vas bien, pero escucha, si está <strong>de</strong>masiado borracho y no te<br />

ves capaz <strong>de</strong> tratar con él, vuelve en seguida. No es fácil <strong>de</strong> controlar<br />

cuando ha bebido tanto.<br />

Julia sabía <strong>de</strong> lo que era capaz <strong>Gabriel</strong> cuando estaba borracho,<br />

pero se recordó que con ella había sido muy dulce aquella noche,<br />

años atrás.<br />

Entró en el club esperando que nadie la reconociera. Se <strong>de</strong>shizo<br />

la coleta y se tapó la cara con el pelo, usándolo como un velo para<br />

mantenerse a salvo <strong>de</strong> miradas curiosas. <strong>El</strong>evó una oración<br />

<strong>de</strong>sesperada a los dioses <strong>de</strong> las coctelerías y bares <strong>de</strong> copas para que<br />

mantuvieran a distancia a Brad Curtis, MBA, vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

mercados <strong>de</strong> capitales. No quería que la viera vestida así. Se abrochó<br />

los botones <strong>de</strong> su chaquetón ver<strong>de</strong> militar porque no quería que<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>scubriera que seguía llevando su jersey.<br />

No le costó mucho localizarlo. Estaba sentado en el bar,<br />

charlando con una atractiva morena que quedaba <strong>de</strong> espaldas a Julia.<br />

<strong>Gabriel</strong> no estaba mirando a la mujer que tenía una mano enredada en<br />

su pelo y que lo estaba atrayendo hacia ella por la corbata, sino el<br />

vaso vacío. No parecía contento, pero eso probablemente tuviese más<br />

que ver con el estado <strong>de</strong> su copa que con otras cosas.<br />

Des<strong>de</strong> su observatorio privilegiado, a varios metros <strong>de</strong> distancia,<br />

vio que la Emerson adicta, que prácticamente estaba sentada en su<br />

regazo y metiéndole los pechos en la cara, no era otra que Christa<br />

Peterson. Mierda. ¿Pensaría llevársela <strong>Gabriel</strong> a casa?<br />

Julia supo que, en ese momento, la única que podía cuidar <strong>de</strong> él<br />

era ella. Si <strong>Gabriel</strong> se acostaba con Christa no sólo estaría violando la<br />

política <strong>de</strong> no confraternización y poniendo su carrera académica en<br />

peligro, sino que se vería envuelto en una incómoda relación con la<br />

joven que esperaba convertirse en la señora Emerson. Y no podía<br />

olvidar que era muy posible que Christa estuviera tratando <strong>de</strong><br />

seducirlo para vengarse <strong>de</strong> cómo <strong>Gabriel</strong> la había tratado en el<br />

Starbucks por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla a ella.<br />

Fuera por lo que fuese, no podía permitir que su compañera<br />

siguiera a<strong>de</strong>lante con sus planes <strong>de</strong> seducción.<br />

«Las manos fuera <strong>de</strong> mi tesoro, Gollum.»<br />

Volviéndose, salió en busca <strong>de</strong> Ethan y le susurró al oído:

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