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El infierno de Gabriel_1

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A pesar <strong>de</strong> la sorpresa que le causó su invitación, Emerson se<br />

encontró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l apartamento antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r plantearse si era<br />

buena o mala i<strong>de</strong>a. Tras echar un vistazo alre<strong>de</strong>dor, llegó a la<br />

conclusión <strong>de</strong> que había sido mala i<strong>de</strong>a.<br />

—¿Le guardo la gabardina, profesor? —le llegó la cantarina voz<br />

<strong>de</strong> Julia.<br />

—¿Y dón<strong>de</strong> la pondrá? —preguntó él con altivez, al comprobar<br />

que no había ningún armario ni perchero a la vista.<br />

<strong>El</strong>la agachó la cabeza, sin atreverse a <strong>de</strong>volverle la mirada.<br />

Al ver que se mordía el labio inferior, él se arrepintió <strong>de</strong> su falta<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—Perdone —se excusó, dándole la gabardina Burberry <strong>de</strong> la que<br />

se sentía tan orgulloso—. Y gracias.<br />

Julia la colgó cuidadosamente <strong>de</strong> una percha que había <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> su habitación y <strong>de</strong>jó la mochila en el suelo.<br />

—Pase. Póngase cómodo. Prepararé el té.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson se acercó a una <strong>de</strong> las dos únicas sillas y<br />

se sentó, esforzándose por disimular lo incómodo que se sentía para<br />

no humillarla más. <strong>El</strong> apartamento entero era más pequeño que su<br />

cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados. Constaba <strong>de</strong> una cama pegada a la<br />

pared, una mesa plegable con dos sillas, una estantería pequeña <strong>de</strong><br />

Ikea y una cómoda. Vio también lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un baño, junto a<br />

un pequeño armario empotrado, pero <strong>de</strong>finitivamente no había cocina.<br />

Buscó con la mirada algún rastro <strong>de</strong> actividad culinaria y<br />

finalmente vio un microondas y un calientaplatos eléctrico guardados<br />

<strong>de</strong> manera bastante precaria encima <strong>de</strong>l armario. En una esquina, en<br />

el suelo, había un pequeño frigorífico.<br />

—Tengo una tetera eléctrica —dijo ella alegremente, como si<br />

estuviera anunciando que tenía un anillo <strong>de</strong> diamantes <strong>de</strong> Tiffany’s.<br />

Él se fijó en el agua que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> gotear <strong>de</strong> su cuerpo.<br />

Luego en la ropa que había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l agua. Y finalmente en lo que<br />

había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ropa... y que el frío hacía <strong>de</strong>stacar. Con voz ronca,<br />

le sugirió que se secara antes <strong>de</strong> preparar el té.<br />

Julia volvió a agachar la cabeza, avergonzada. Ruborizándose,<br />

se metió en el baño. Poco <strong>de</strong>spués, salió con una toalla lila sobre los<br />

hombros, sin quitarse la ropa y una segunda toalla en la mano. Al<br />

parecer, iba a agacharse para secar el reguero <strong>de</strong> agua que había<br />

<strong>de</strong>jado, pero él se lo impidió.<br />

—Permítame hacerlo a mí —dijo—. Usted vaya a ponerse ropa<br />

seca antes <strong>de</strong> que pille una pulmonía.

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