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El infierno de Gabriel_1

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<strong>Gabriel</strong> regresó con una camiseta <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> cazador y unos<br />

pantalones <strong>de</strong> pijama <strong>de</strong> cuadros escoceses ver<strong>de</strong>s y azul marino.<br />

Tras <strong>de</strong>jar un vaso <strong>de</strong> agua en la mesita <strong>de</strong> noche, retiró la colcha y<br />

levantó a Julia para volver a <strong>de</strong>positarla, esta vez, bajo las sábanas.<br />

<strong>El</strong>la se encogió, pero él fingió no darse cuenta. Acercándose las<br />

piernas <strong>de</strong> Julia al pecho, le <strong>de</strong>sató los cordones <strong>de</strong> las zapatillas<br />

<strong>de</strong>portivas y se las quitó, junto con los calcetines. Luego le acarició las<br />

plantas <strong>de</strong> los pies y los <strong>de</strong>dos, provocándole un gemido a su pesar.<br />

—Relájate, Julianne. No te resistas. Se supone que <strong>de</strong>be ser<br />

agradable.<br />

Mientras le acariciaba los pies, iba murmurando <strong>de</strong> vez en<br />

cuando. En algún momento, a Julia le pareció que <strong>de</strong>cía la sua<br />

immagine, pero no estaba segura. Su voz no era más que un<br />

murmullo, como un suspiro o una plegaria.<br />

Se preguntó si se estaría refiriendo a ella o a Beatriz, y a qué<br />

dioses <strong>de</strong>pravados <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar rezando. En silencio, les rogó que la<br />

ayudaran a escapar.<br />

«Por favor, no <strong>de</strong>jéis que me consuma.»<br />

—Creo recordar que te gustaron mis bóxers <strong>de</strong>l Magdalen<br />

College. Están en el cajón <strong>de</strong> arriba, por si quieres ponértelos. A mí<br />

me van pequeños.<br />

Julia inspiró por la nariz.<br />

—Las fotos... las que estaban aquí... ¿es eso lo que esperas <strong>de</strong><br />

mí?<br />

Las manos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvieron en seco.<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

Los ojos <strong>de</strong> ella se volvieron hacia el lugar don<strong>de</strong> había estado<br />

colgada la sexta foto. La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> pasó <strong>de</strong> la sorpresa al<br />

horror.<br />

—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —se <strong>de</strong>fendió<br />

con un susurro ofendido—. Estás agotada. No quiero correr el riesgo<br />

<strong>de</strong> per<strong>de</strong>rte una vez más, antes <strong>de</strong> tener ocasión <strong>de</strong> hablar. —Sonrió<br />

antes <strong>de</strong> continuar—: Quiero prepararte una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno con<br />

perejil y gajos <strong>de</strong> naranja, no arrebatarte la virginidad. Des<strong>de</strong> luego, no<br />

así. —Parecía asqueado—. No soy un bárbaro.<br />

Al ver que ella no respondía, le tapó los pies con las sábanas.<br />

Luego acabó <strong>de</strong> taparla hasta la barbilla y le dio un beso en la frente,<br />

como si fuera una niña.<br />

—Tratemos <strong>de</strong> perdonarnos, por favor. Los dos nos hemos<br />

hecho daño y hemos perdido mucho tiempo. No perdamos más

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