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El infierno de Gabriel_1

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—Soy la profesora Singer. Encantada <strong>de</strong> conocerte. —Le ofreció<br />

la mano y ella se la estrechó a regañadientes, murmurando un saludo.<br />

La mano <strong>de</strong> la mujer estaba fría, pero llena <strong>de</strong> vida. Sujetó la <strong>de</strong><br />

Julia con fuerza, <strong>de</strong>masiado rato. Al soltarla, le acarició la línea <strong>de</strong> la<br />

vida con un <strong>de</strong>do, como si la estuviera poniendo a prueba. <strong>El</strong>la se<br />

estremeció.<br />

La profesora la<strong>de</strong>ó la cabeza y entornó los ojos.<br />

—Creía que me estabas esperando. ¿Te pongo nerviosa?<br />

Julia frunció el cejo.<br />

—No, he venido a lavarme las manos. Creo que he pillado la<br />

gripe.<br />

—Es una lástima. —Ann Singer volvió a sonreír, dando un paso<br />

hacia ella—. Aunque no pareces enferma. Tienes una piel preciosa.<br />

—Gracias. —Julia miró hacia la puerta, buscando el modo <strong>de</strong><br />

escapar.<br />

—De nada, <strong>de</strong> nada. ¿Llevas los labios pintados o es tu color<br />

natural? —preguntó entonces, inclinándose y observando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>masiado cerca los labios gruesos y entreabiertos <strong>de</strong> Julia.<br />

Ésta dio un paso atrás.<br />

—Es mi color natural.<br />

La profesora dio otro paso a<strong>de</strong>lante.<br />

—Extraordinario. Ya sabes, por supuesto, que el color natural <strong>de</strong><br />

los labios se encuentra en otras partes más íntimas <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> la<br />

mujer. Ese color en tus labios es <strong>de</strong>licioso. Estoy segura <strong>de</strong> que será<br />

arrebatador en otros lugares.<br />

<strong>El</strong>la se quedó boquiabierta.<br />

—Mírate en el espejo. ¿Cómo no me he fijado en ti antes? Por<br />

suerte, tú te has fijado en mí. —Dando otro paso hacia ella, añadió en<br />

voz más baja—: ¿Te gusta mirar? ¿Te ha gustado ver lo que estaba<br />

haciendo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa? —susurró.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—No sé <strong>de</strong> qué me está hablando.<br />

—¿Sabes?, cuando se incrementa el flujo sanguíneo, la piel<br />

cambia <strong>de</strong> color. Como ahora. —Sonrió, mostrando los dientes—.<br />

Estás avergonzada o excitada, por eso tus mejillas se han ruborizado,<br />

igual que tus labios. Y seguro que te has ruborizado también en otras<br />

partes, ¿verdad? —Bajó la voz todavía más—. Más abajo, don<strong>de</strong><br />

seguro que tu cuerpo está <strong>de</strong>seando que lo acaricien y jueguen con él.<br />

—Se pasó la lengua por los labios antes <strong>de</strong> continuar—: Mi pequeña<br />

perla rosada. Creo que quieres que juegue contigo. Serías una

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