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El infierno de Gabriel_1

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Julia se inclinó sobre él.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? Cariño, no vuelvas a escuchar ese tipo <strong>de</strong> música,<br />

¿me lo prometes? Ni «Lacrimosa», ni a los Nine Inch Nails. Sal <strong>de</strong> la<br />

oscuridad. Camina hacia la luz.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está la luz? —murmuró él.<br />

<strong>El</strong>la respiró hondo.<br />

—¿Por qué bebes tanto?<br />

—Para olvidar.<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos.<br />

De ese modo, Julia podía contemplarlo y admirarlo. Debió <strong>de</strong> ser<br />

un adolescente muy dulce, con esos gran<strong>de</strong>s ojos azules, unos labios<br />

que pedían a gritos ser besados y aquella mata <strong>de</strong> pelo castaño tan<br />

sexy. Podría haber sido un chico tímido en vez <strong>de</strong> un chico triste y<br />

agresivo. Podría haber sido noble y bueno.<br />

Si Julia y él no se hubieran llevado tantos años <strong>de</strong> diferencia, tal<br />

vez la habría besado en el porche <strong>de</strong> su padre, la habría llevado al<br />

baile <strong>de</strong> promoción y le habría hecho el amor por primera vez sobre<br />

una manta bajo las estrellas, en el viejo huerto <strong>de</strong> manzanos. En un<br />

universo perfecto, ella habría podido ser la primera.<br />

Julia se preguntó cuánto dolor podría soportar una alma humana<br />

—la suya en concreto— sin marchitarse por completo y se levantó<br />

para marcharse. Una mano cálida salió disparada <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

sábanas y la sujetó con fuerza.<br />

—No me <strong>de</strong>jes —le suplicó él con un hilo <strong>de</strong> voz. Sus ojos,<br />

entornados, le estaban suplicando que se quedara—. Por favor,<br />

Julianne.<br />

Sabía quién era y quería que se quedara. A juzgar por su voz y<br />

su mirada, no sólo lo quería, lo necesitaba. No podía negarse.<br />

Julia le dio la mano y volvió a sentarse a su lado.<br />

—No voy a <strong>de</strong>jarte. Duérmete. Hay luz a tu alre<strong>de</strong>dor. Mucha luz.<br />

Una sonrisa apareció en los labios perfectos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Lo oyó<br />

suspirar, aliviado. La mano con que la agarraba se relajó. Julia inspiró<br />

hondo, retuvo el aire y, suavemente, le acarició las cejas con un <strong>de</strong>do.<br />

Al comprobar que él no abría los ojos ni hacía ninguna mueca, se las<br />

siguió acariciando; primero una, luego la otra. Su madre se lo había<br />

hecho alguna vez, cuando ella no podía dormir <strong>de</strong> niña. Pero <strong>de</strong> eso<br />

hacía mucho tiempo. Había sido antes <strong>de</strong> que la abandonara para<br />

ocuparse <strong>de</strong> otros asuntos más importantes.<br />

<strong>Gabriel</strong> seguía sonriendo y eso le dio ánimos para mover la<br />

mano hasta su pelo. <strong>El</strong> tacto <strong>de</strong> sus mechones alborotados le trajo

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