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El infierno de Gabriel_1

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<strong>El</strong>la se echó a reír.<br />

—No, estás generando una importante cantidad <strong>de</strong> calor.<br />

—Pero estás <strong>de</strong>masiado lejos.<br />

Incluso a la escasa luz <strong>de</strong> la luna, notó que los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

se oscurecían. Se acercó un poco más a él y se estremeció cuando la<br />

sentó <strong>de</strong> lado sobre su regazo.<br />

—Mucho mejor así —susurró, subiéndole un poco el chaquetón<br />

para po<strong>de</strong>r acariciarle la suave piel <strong>de</strong> la espalda.<br />

—¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Por qué no te llamas Clark <strong>de</strong> apellido?<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró.<br />

—Emerson era el apellido <strong>de</strong> mi madre. Pensé que, si me lo<br />

cambiaba, sería como renegar <strong>de</strong> ella. A<strong>de</strong>más, no soy un Clark. No<br />

realmente.<br />

Permanecieron unos minutos en silencio, cada uno perdido en<br />

sus recuerdos, <strong>Gabriel</strong> acariciándole la espalda y Julia acurrucada<br />

contra su cuerpo. No parecía que él tuviera intención <strong>de</strong> iniciar una<br />

conversación, por lo que ella tomó la iniciativa.<br />

—Me enamoré <strong>de</strong> ti al ver tu foto por primera vez. Me quedé muy<br />

sorprendida cuando te fijaste en mí aquella noche. No me podía creer<br />

que quisieras que te acompañara al bosque.<br />

<strong>Gabriel</strong> le rozó los labios con los suyos, avivando el fuego que<br />

ardía latente bajo la superficie.<br />

—Te apareciste a mí <strong>de</strong> entre las sombras. Una vez me<br />

preguntaste por qué no te hice el amor aquella noche. No me hizo<br />

falta. Bebí <strong>de</strong> tu bondad y eso fue suficiente para calmar mi anhelo.<br />

Julia habría apartado la vista, avergonzada, pero la<br />

vulnerabilidad que vio en los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la retuvo y se quedó<br />

explorando las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus ojos.<br />

—No me acuerdo <strong>de</strong> todo, pero sí recuerdo que pensé que eras<br />

muy hermosa. <strong>El</strong> pelo, la cara, la boca... Tu boca merece que le<br />

escriban sonetos, Julianne. Des<strong>de</strong> el mismo instante en que la vi, me<br />

moría <strong>de</strong> ganas <strong>de</strong> besarla.<br />

<strong>El</strong>la se apretó contra su pecho y, pasándole los brazos alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong>l cuello, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> su boca. Lo besó <strong>de</strong>spacio pero con<br />

sentimiento, tirándole <strong>de</strong>l labio inferior con los dientes y explorando su<br />

boca con la lengua.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó la espalda con las dos manos, casi<br />

levantándola. Julia respondió cambiando <strong>de</strong> postura y montándose

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