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El infierno de Gabriel_1

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sacando conclusiones sin sentido.<br />

Se levantó y se frotó los ojos.<br />

—Aunque sé que es posible que mañana no haya cambiado<br />

nada —murmuró, perdido en sus pensamientos. Volviendo a la<br />

realidad, sonrió y le dijo—: Llámame si necesitas algo.<br />

Mientras Julia daba vueltas, sola en la cama, él escuchaba<br />

música. Aunque ella no reconoció la canción, el sonido <strong>de</strong> unos<br />

arpegios que recordaban una cascada la ayudó a conciliar el sueño.<br />

Más tar<strong>de</strong>, esa misma noche, <strong>Gabriel</strong> estaba tumbado en la<br />

cama <strong>de</strong> invitados, cubriéndose los ojos con un brazo, a medio camino<br />

entre el sueño y la vigilia, cuando notó un movimiento a su izquierda.<br />

Un cuerpo cálido avanzaba hacia él y tiraba <strong>de</strong> las sábanas.<br />

<strong>El</strong> cuerpo se metió en la cama y se pegó a su costado. Notó<br />

unos rizos largos y suaves acariciarle el pecho, ahora <strong>de</strong>snudo. Oyó<br />

un suspiro satisfecho cuando un brazo le cubrió los abdominales y se<br />

quedó <strong>de</strong>scansando allí.<br />

<strong>Gabriel</strong> besó la cabeza que estaba apoyada en su tatuaje y<br />

luego, con mucha cautela, le ro<strong>de</strong>ó los hombros con un brazo y le<br />

apoyó la mano en la parte baja <strong>de</strong> la espalda, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

camiseta, hasta entrar en contacto con su piel suave y cálida. Notó<br />

unos hoyuelos justo por encima <strong>de</strong> la goma <strong>de</strong> los calzoncillos, que le<br />

iban <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s.<br />

<strong>El</strong> cálido cuerpo volvió a suspirar y le dio a él un suave beso en<br />

la barba <strong>de</strong> pocos días que le crecía en el cuello.<br />

—He tratado <strong>de</strong> mantenerme apartada —murmuró—, pero no he<br />

podido.<br />

—Y yo he tratado <strong>de</strong> no lamerte el chocolate <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos<br />

—replicó <strong>Gabriel</strong>, con una voz que quería ser traviesa, pero no podía<br />

ocultar la tristeza—, pero no he podido.<br />

—Hum —dijo ella, medio dormida, al recordar el chocolate—.<br />

¿Por qué has <strong>de</strong>scolgado las fotos <strong>de</strong> la habitación?<br />

Él se movió inquieto.<br />

—Porque me daban vergüenza.<br />

—¿Y antes, no?<br />

—Eso fue antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>cidiera llevar un ángel a mi cama.<br />

Unas manos soñolientas pero curiosas le acariciaron el pecho,<br />

explorándolo con suavidad, castamente. Dos alientos se unieron en la<br />

noche, salpicados por algún suspiro ocasional. Los latidos <strong>de</strong> dos<br />

corazones se sincronizaron al reconocerse el uno al otro. Y dos<br />

mentes atormentadas por fin encontraron reposo.

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