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El infierno de Gabriel_1

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les <strong>de</strong>cía siempre a las víctimas: «No es culpa tuya». No importa lo<br />

que él haya hecho ni lo que te haya obligado a hacer. No te lo<br />

merecías. En estos momentos me siento muy orgulloso <strong>de</strong> mi hijo.<br />

Julia bajó la vista hacia su tobillo magullado y guardó silencio.<br />

Un instante <strong>de</strong>spués, un hombre asiático <strong>de</strong> aspecto agradable<br />

entró en la sala.<br />

—Hola, Richard —lo saludó, caminando hacia él con la mano<br />

extendida.<br />

Richard se puso en pie en seguida y se la estrechó.<br />

—Stephen, quiero presentarte a Julia Mitchell, una amiga <strong>de</strong> la<br />

familia. Julia, él es el doctor Ling.<br />

Éste asintió y le pidió a una enfermera que la acompañara a una<br />

sala <strong>de</strong> exploración. Él las siguió poco <strong>de</strong>spués, tras asegurarle a<br />

Richard que la trataría como si fuera su propia hija.<br />

Sabiendo que Julia quedaba en buenas manos, Richard fue a<br />

buscar a <strong>Gabriel</strong> a la cafetería, pero nada más salir al pasillo se lo<br />

encontró discutiendo con Tom Mitchell.<br />

—¡Creo que sé <strong>de</strong> quién puedo fiarme y <strong>de</strong> quién no! —le gritaba<br />

Tom, casi pegado a su cara, tratando <strong>de</strong> intimidarlo cosa que no<br />

parecía conseguir en absoluto.<br />

—Pues es obvio que no, señor Mitchell, o no habría tenido que<br />

sacar a esa rata a rastras <strong>de</strong> su casa para impedir que violara a su hija<br />

en su propia habitación.<br />

—Caballeros, estamos en un hospital —les recordó Richard muy<br />

serio—. Vayan a discutir a la calle.<br />

Tom lo miró, antes <strong>de</strong> volverse <strong>de</strong> nuevo hacia <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que Julia esté bien —dijo en tono más<br />

calmado—. Y si eres tú quien la ha ayudado, te doy las gracias. Pero<br />

acabo <strong>de</strong> recibir una llamada <strong>de</strong> la policía diciéndome que le has dado<br />

una paliza al hijo <strong>de</strong>l senador Talbot. ¿Cómo sé que no has sido tú<br />

quien lo ha empezado todo? ¡Tú eres el drogadicto!<br />

—Me haré un test <strong>de</strong> drogas —replicó <strong>Gabriel</strong> con los ojos<br />

brillantes—. No tengo nada que ocultar. En vez <strong>de</strong> preocuparse por el<br />

hijo <strong>de</strong>l senador, ¿no cree que <strong>de</strong>bería preocuparse <strong>de</strong> su hija?<br />

Protegerla a ella era su obligación como padre. Y no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse<br />

que haya hecho un gran trabajo. Jo<strong>de</strong>r, Tom, ¿cómo pudo enviarla <strong>de</strong><br />

vuelta a casa <strong>de</strong> su madre cuando era niña?<br />

<strong>El</strong> hombre apretó los puños con tanta fuerza que sus venas<br />

parecieron a punto <strong>de</strong> estallar.<br />

—No sabes <strong>de</strong> qué estás hablando, así que cállate. Hay que

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