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El infierno de Gabriel_1

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Al contrario, parecía preocupado por si ella había molestado a Paulina.<br />

«Tiene que ser su amante.»<br />

Julia le dirigió una mirada glacial y empezó a temblar <strong>de</strong> rabia.<br />

—Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el Infierno. Y<br />

ahí te encontré. Por mí, pue<strong>de</strong>s quedarte eternamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> dio un paso atrás y, poniéndose las gafas, la miró con los<br />

ojos entornados.<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios estás hablando?<br />

—De nada. Se acabó, profesor Emerson.<br />

Volviéndose, se dirigió al ascensor.<br />

Confuso, <strong>Gabriel</strong> la vio alejarse. Tras unos momentos, fue tras<br />

ella.<br />

—¿Por qué has escrito esa ridícula nota?<br />

Julia sintió que una daga se le clavaba en el corazón. En<strong>de</strong>rezó<br />

los hombros y trató <strong>de</strong> que la voz no le temblara <strong>de</strong>masiado.<br />

—¿Qué nota?<br />

—¡Sabes perfectamente <strong>de</strong> qué nota hablo! La que has <strong>de</strong>jado<br />

en la nevera.<br />

<strong>El</strong>la se encogió <strong>de</strong> hombros exageradamente. <strong>Gabriel</strong> la sujetó<br />

por el codo y la obligó a volverse hacia él.<br />

—¿Todo esto es un juego para ti?<br />

—¡Claro que no! ¡Suéltame!<br />

Se liberó <strong>de</strong> su mano y empezó a aporrear el botón <strong>de</strong> bajar,<br />

suplicándole al ascensor que acudiera en su rescate. Se sentía<br />

humillada y muy enfadada, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estúpida y muy pequeña. Tenía<br />

que alejarse <strong>de</strong> él como fuera. Aunque tuviera que bajar andando.<br />

<strong>Gabriel</strong> se le acercó un poco más.<br />

—¿Por qué has firmado la nota <strong>de</strong> esa manera? —insistió.<br />

—¿Y a ti qué más te da?<br />

<strong>Gabriel</strong> oyó acercarse el ascensor y supo que le quedaban<br />

escasos segundos para obtener respuestas a sus preguntas. Cerró los<br />

ojos y las palabras <strong>de</strong> Julia retumbaron en su cabeza. Lo había<br />

buscado en el Infierno. Él le había rogado que fuera a buscarlo y el<br />

ángel <strong>de</strong> ojos castaños lo había hecho. No, claro que no. Las<br />

alucinaciones no respondían a los ruegos.<br />

«¿Y si Beatriz no hubiera sido una alucinación? ¿Y si...» Sintió<br />

un escalofrío. Una vez más, lo imposible flotó ante sus ojos. Si se<br />

concentraba, podía verla ante él, pero su rostro era una mancha<br />

borrosa.<br />

Un campanilleo avisó <strong>de</strong> que había llegado el ascensor.

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