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El infierno de Gabriel_1

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llorando, sintió algo. Algo que no era irritación, ni enfado, ni culpa ni<br />

lujuria. Sintió compasión. Y se arrepintió <strong>de</strong> haberla hecho llorar.<br />

Inclinándose hacia ella, le secó las lágrimas con los <strong>de</strong>dos con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. En cuanto la rozó, notó un estremecimiento y la sensación<br />

<strong>de</strong> que su piel le resultaba familiar. Cuando le hubo secado las<br />

lágrimas, le sujetó la cara entre las manos y se la levantó hacia él.<br />

Pero al darse cuenta <strong>de</strong> lo que estaba haciendo, se apartó<br />

rápidamente y empezó a limpiarle las heridas.<br />

—Gracias —murmuró Julia, agra<strong>de</strong>ciéndole el cuidado con que<br />

estaba retirando los trocitos <strong>de</strong> cristal. Usaba unas pinzas y no <strong>de</strong>jaba<br />

ni un milímetro <strong>de</strong> piel sin examinar.<br />

—No se merecen.<br />

Cuando se dio por satisfecho con el resultado, echó yodo en una<br />

borra <strong>de</strong> algodón.<br />

—Esto te va a doler un poco.<br />

Vio que ella se preparaba y se encogió por <strong>de</strong>ntro. No le<br />

apetecía nada hacerle daño. Era tan suave y frágil. Tardó un minuto y<br />

medio en armarse <strong>de</strong> valor para aplicarle el <strong>de</strong>sinfectante en los<br />

cortes. Durante todo ese tiempo, Julia permaneció inmóvil, mirándolo<br />

con los ojos muy abiertos y mordiéndose el labio, esperando a que se<br />

<strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong> una vez.<br />

—Ya está —dijo él malhumorado, limpiándole los últimos restos<br />

<strong>de</strong> sangre—. Curada.<br />

—Siento haber roto la copa. Sé que era <strong>de</strong> cristal.<br />

Su suave voz interrumpió sus pensamientos mientras guardaba<br />

las cosas en el botiquín.<br />

Él hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.<br />

—Tengo varias docenas. Hay una tienda <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> casa don<strong>de</strong><br />

las ven<strong>de</strong>n. Si necesito otra, la iré a buscar.<br />

—Me gustaría reponerla.<br />

—No podrías permitírtelo.<br />

Las palabras salieron <strong>de</strong> su boca antes <strong>de</strong> darse cuenta <strong>de</strong> lo<br />

que estaba diciendo. Al ver que Julia se ruborizaba y luego pali<strong>de</strong>cía,<br />

se horrorizó. Había vuelto a agachar la cabeza, por supuesto, y se<br />

estaba mordiendo la mejilla.<br />

—Señorita Mitchell, nunca se me ocurriría cobrarle la copa. Va<br />

en contra <strong>de</strong> todas las leyes <strong>de</strong> la hospitalidad.<br />

«Y eso sería intolerable», pensó ella con ironía.<br />

—Pero también te he manchado la camisa. Deja que pague la<br />

tintorería al menos.

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