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El infierno de Gabriel_1

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en una <strong>de</strong> las dos butacas <strong>de</strong> piel sin esperar a que le diera permiso,<br />

sobre todo si se acordaba <strong>de</strong> ella, pero teniendo en cuenta que la<br />

había llamado señorita Mitchell, prefirió esperar.<br />

—Por favor, siéntese, señorita Mitchell —dijo él con una voz fría<br />

como el hielo, señalando una silla metálica <strong>de</strong> aspecto incómodo.<br />

Suspirando, Julia se dirigió hacia la rígida silla <strong>de</strong> Ikea que<br />

estaba frente a una <strong>de</strong> sus enormes estanterías empotradas. Hubiera<br />

preferido sentarse en cualquier otro sitio, pero no le pareció sensato<br />

discutir por eso.<br />

—Acerque la silla. No pienso estirar el cuello para hablar con<br />

usted.<br />

<strong>El</strong>la se levantó para obe<strong>de</strong>cer y, con los nervios, se le cayó la<br />

mochila al suelo. Hizo una mueca y se ruborizó al ver que algunos <strong>de</strong><br />

los objetos que llevaba <strong>de</strong>ntro iban a parar <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong>l<br />

profesor Emerson, incluido un tampón, que fue rodando hasta<br />

<strong>de</strong>tenerse a un centímetro <strong>de</strong> su cartera <strong>de</strong> piel.<br />

«Tal vez pueda marcharme antes <strong>de</strong> que se dé cuenta.»<br />

Avergonzada, se agachó y empezó a recoger sus cosas. Pero<br />

cuando estaba terminando, una <strong>de</strong> las correas <strong>de</strong> la vieja mochila se<br />

rompió y todo volvió a caer al suelo con gran estrépito. Julia se <strong>de</strong>jó<br />

caer <strong>de</strong> rodillas mientras sus papeles, bolígrafos, el iPod, el móvil y<br />

una manzana ver<strong>de</strong> se esparcían por la bonita alfombra persa <strong>de</strong> <strong>El</strong><br />

Profesor.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> las estudiantes recién licenciadas y patosas,<br />

matadme por favor. Ahora.»<br />

—¿Es usted humorista, señorita Mitchell?<br />

Julia en<strong>de</strong>rezó la espalda al oír su sarcasmo y lo miró a la cara.<br />

Lo que vio en ella estuvo a punto <strong>de</strong> hacerla llorar.<br />

¿Cómo alguien con un nombre tan angelical podía ser tan cruel?<br />

¿Cómo una voz tan melodiosa podía ser tan <strong>de</strong>spiadada? Por un<br />

momento, se perdió en las profundida<strong>de</strong>s heladas <strong>de</strong> sus ojos,<br />

añorando la época en que la habían mirado con amabilidad. Pero en<br />

vez <strong>de</strong> rendirse a la <strong>de</strong>sesperación, respiró hondo y pensó que no le<br />

quedaba más remedio que aceptar que <strong>Gabriel</strong> Emerson había<br />

cambiado, por mucho que le doliera y <strong>de</strong>cepcionara.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, negó con la cabeza y volvió a recoger las cosas<br />

<strong>de</strong>l suelo.<br />

—Cuando le hago una pregunta, espero que me responda.<br />

Pensaba que a estas alturas ya habría aprendido la lección —dijo él,<br />

antes <strong>de</strong> volver a examinar el expediente que tenía en las manos—.

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