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El infierno de Gabriel_1

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Julia prefirió no insistir. Aunque la noche anterior estaba muy<br />

alterada, recordaba perfectamente haberle confesado su amor en el<br />

hospital. Pero él no había contestado.<br />

«No pasa nada —se dijo—. Sus actos, su amabilidad y su<br />

protección son más que suficiente. No necesito las palabras.»<br />

Julia lo amaba tanto que le dolía. Siempre lo había sentido así,<br />

con tanta intensidad que incluso en sus días más sombríos la luz <strong>de</strong><br />

su amor había permanecido encendida. Pero al parecer él no sentía lo<br />

mismo.<br />

Cuando acabó <strong>de</strong> peinarla, <strong>Gabriel</strong> insistió en prepararle algo <strong>de</strong><br />

comida. Después se quedaron sentados en la cocina, haciendo planes<br />

para la tar<strong>de</strong>. Hasta que sonó el teléfono y Richard entró con el<br />

inalámbrico en la mano.<br />

—Es tu padre —le hizo saber, dándole el teléfono a Julia.<br />

<strong>Gabriel</strong> lo cogió y cubrió el auricular con la mano.<br />

—No hace falta que hables con él si no quieres. Yo puedo<br />

encargarme.<br />

—Algún día tendremos que hablar.<br />

Julia se bajó <strong>de</strong>l taburete y se fue con el teléfono al comedor,<br />

con ayuda <strong>de</strong> las muletas.<br />

Richard miró a su hijo y negó con la cabeza.<br />

—No pue<strong>de</strong>s interponerte entre ella y Tom.<br />

—No ha sido un padre mo<strong>de</strong>lo precisamente.<br />

—Tal vez, pero es el único que tiene. Y Julia es la luz <strong>de</strong> su vida.<br />

<strong>Gabriel</strong> entrecerró los ojos.<br />

—Si le importara tanto, la habría protegido mejor.<br />

Richard le apoyó una mano en el hombro.<br />

—Los padres nos equivocamos. A veces, es más fácil enterrar la<br />

cabeza en la arena que admitir que nuestros hijos tienen problemas. Y<br />

que es culpa nuestra. Lo sé por experiencia.<br />

Él apretó los labios pero no dijo nada.<br />

Unos diez minutos más tar<strong>de</strong>, Julia regresó. Aunque Richard<br />

seguía en la cocina, <strong>Gabriel</strong> la abrazó y la besó en la mejilla.<br />

—¿Va todo bien?<br />

—Mi padre quiere que vaya a cenar con él esta noche.<br />

A Richard le pareció que ése era un buen momento para<br />

retirarse y se dirigió a su <strong>de</strong>spacho.<br />

—¿Tú quieres ir?<br />

—Será incómodo, pero le he dicho que sí.<br />

—Julianne, no tienes que hacer nada que no quieras. Si lo

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