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El infierno de Gabriel_1

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ocupaba muchas horas. A veces, también tenía que trabajar los fines<br />

<strong>de</strong> semana. Y encima era bombero voluntario. Al acabar el curso, me<br />

mandó <strong>de</strong> nuevo a San Luis. Mi madre acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

rehabilitación y estaba trabajando en un salón <strong>de</strong> manicura. Pensó que<br />

estaría mejor con ella.<br />

—Pero más tar<strong>de</strong> volviste a vivir con él. ¿Qué pasó?<br />

Julia titubeó.<br />

—Pue<strong>de</strong>s contármelo, Julianne —la animó, abrazándola con<br />

fuerza.<br />

Luego esperó, acariciándole la cabeza.<br />

<strong>El</strong>la tragó saliva.<br />

—<strong>El</strong> verano antes <strong>de</strong> cumplir los diecisiete años, papá me fue a<br />

buscar otra vez.<br />

—¿Por qué?<br />

—Mamá me pegó. Me caí y me golpeé la cabeza contra el<br />

mármol <strong>de</strong> la cocina. Des<strong>de</strong> el hospital, llamé a mi padre y le dije que<br />

si no venía a buscarme me iría <strong>de</strong> casa. Y eso fue todo. No volví a ver<br />

a mi madre.<br />

—¿Te quedó cicatriz?<br />

Julia le cogió la mano y se la llevó a la nuca. Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> resiguieron una línea <strong>de</strong> piel más gruesa en la que no crecía<br />

pelo.<br />

—Lo siento —dijo, acariciándosela con los <strong>de</strong>dos y luego con los<br />

labios—. Siento mucho que te pasaran todas esas cosas. Si pudiera,<br />

les daría una paliza a todos... empezando por tu padre.<br />

—No me quejo. Tuve suerte. Podría haber sido mucho peor. Mi<br />

madre sólo me pegó una vez.<br />

—No veo la suerte por ningún lado.<br />

—Tengo suerte ahora. Aquí nadie me pega. Y tengo un amigo<br />

que se preocupa <strong>de</strong> que coma bien.<br />

<strong>Gabriel</strong> negó con la cabeza, maldiciendo entre dientes.<br />

—Deberías haber sido adorada, malcriada, tratada como una<br />

princesa. Como Rachel.<br />

—No creo en los cuentos <strong>de</strong> hadas —susurró ella.<br />

—Me gustaría lograr que volvieras a creer. —Se inclinó y le besó<br />

la frente.<br />

—La realidad es mejor que la fantasía, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—No si convertimos la fantasía en nuestra realidad.<br />

Julia negó con la cabeza, pero sonrió.<br />

—¿Puedo hacerte una pregunta?

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