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El infierno de Gabriel_1

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mostrarle muchos más puntos <strong>de</strong> su cuerpo con los que podía darle<br />

placer, sin <strong>de</strong>jarse ninguno. Partiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuello, le trazó una<br />

línea con el <strong>de</strong>do que, tras ro<strong>de</strong>arle un pecho, <strong>de</strong>scendió hasta el lugar<br />

<strong>de</strong>l muslo don<strong>de</strong> le había <strong>de</strong>jado una ligera marca.<br />

—¿Te duele?<br />

—No, pero ¿cómo has podido...?<br />

—Esta zona <strong>de</strong>l muslo es muy sensible. Un amante apresurado<br />

o egoísta la habría ignorado y te habría tocado directamente aquí.<br />

La acarició ligeramente entre las piernas.<br />

Aún sensibilizada por el reciente orgasmo, Julia dio un brinco. Él<br />

apartó la mano y le acarició el muslo una vez más.<br />

—Lo único que me redime <strong>de</strong> mis experiencias anteriores es<br />

po<strong>de</strong>r ponerlas a tu disposición. Tú eres la única mujer a la que quiero<br />

dar placer a partir <strong>de</strong> ahora.<br />

Cuando ella le acarició la cara, él apoyó la mejilla en su mano.<br />

Julia le tocó el labio inferior con el pulgar y, tirando <strong>de</strong> él, lo besó<br />

apasionadamente. <strong>Gabriel</strong> respondió colocándose encima y su<br />

corazón se aceleró, pensando que el momento <strong>de</strong> su unión era<br />

inminente.<br />

Una vez más, lo agarró por el culo, animándolo a acercarse aún<br />

más. Él sonrió, apoyándose en un brazo.<br />

—Esta postura no es buena. Necesito que te muevas.<br />

—¿Por qué? ¿Qué problema hay?<br />

—Es la peor postura para per<strong>de</strong>r la virginidad —le explicó él,<br />

dándole ligeros besos en el hombro.<br />

—Creo que me gustará.<br />

<strong>Gabriel</strong> se apartó.<br />

—No, la primera vez, no. Podría hacerte daño sin darme cuenta.<br />

«¿Daño?», pensó ella, alarmada.<br />

A él se le encogió el corazón al ver la preocupación en sus ojos.<br />

Apoyando las manos a lado y lado <strong>de</strong> su cara, le dijo:<br />

—No voy a hacerte daño, Julianne. No soy un adolescente. No<br />

soy él. Voy a ser muy, muy <strong>de</strong>licado. Precisamente por eso no vamos<br />

a hacerlo así.<br />

—¿Por qué?<br />

—Por el ángulo. Y por el peso. Aunque me apoye en los brazos,<br />

la gravedad no ayudaría. Pero si tú estás encima, pue<strong>de</strong>s controlar los<br />

movimientos, la profundidad <strong>de</strong> la penetración..., todo. Te ce<strong>de</strong>ré el<br />

mando. Confía en mí —susurró, besándole la oreja.<br />

Luego siguió acariciándola, murmurando palabras <strong>de</strong> adoración

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