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El infierno de Gabriel_1

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«<strong>El</strong> follaángeles contraataca», pensó <strong>Gabriel</strong>, malhumorado.<br />

—Es... muy bonito —dijo, <strong>de</strong>volviéndoselo.<br />

—Gracias.<br />

—¿Quién es C.?<br />

Julia se volvió para guardarlo en el maletín, con cuidado <strong>de</strong> que<br />

no se le engancharan las orejas en las cremalleras.<br />

—Es uno <strong>de</strong> mis motes.<br />

—No lo entiendo. Tendría que empezar por P.<br />

<strong>El</strong>la frunció el cejo.<br />

«¿Por qué? ¿P <strong>de</strong> puta? ¿De Perra? ¿Petarda?»<br />

—De preciosa —le aclaró <strong>Gabriel</strong> y luego agachó la cabeza,<br />

ruborizándose un poco, porque el halago había salido <strong>de</strong> sus labios sin<br />

preten<strong>de</strong>rlo—. ¿Así que llevas horas durmiendo aquí, escuchando<br />

canciones sobre conejos, con un conejito como acompañante? No<br />

sabía que fueras una amante <strong>de</strong> los conejos —añadió en tono<br />

insinuante, sin po<strong>de</strong>rlo evitar—. Me gusta ese grupo. Buena elección.<br />

—Gracias. —Julia apagó el or<strong>de</strong>nador y lo guardó con cuidado<br />

en el maletín, junto con el CD.<br />

—La biblioteca está a punto <strong>de</strong> cerrar. ¿Qué habrías hecho si no<br />

hubiera llegado yo?<br />

<strong>El</strong>la miró a su alre<strong>de</strong>dor, confusa.<br />

—No lo sé.<br />

—Si nadie se hubiera dado cuenta, podrías haberte quedado<br />

encerrada toda la noche. Sin comida. —La sonrisa <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> la<br />

cara <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sólo <strong>de</strong> pensarlo—. ¿Qué vas a hacer en el futuro para<br />

asegurarte <strong>de</strong> que no te vuelve a pasar?<br />

—¿Poner la alarma en el reloj <strong>de</strong> Paul?<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió como si hubiera acertado la respuesta correcta,<br />

aunque no se había quedado satisfecho.<br />

—¿Tienes hambre?<br />

—Debería marcharme, profesor. Siento haber invadido tu<br />

espacio personal.<br />

«No sabes hasta qué punto has invadido mi espacio personal,<br />

Julianne.»<br />

—Señorita Mitchell, un momento —la interrumpió él, dando un<br />

paso en su dirección, mientras ella se colgaba el maletín al hombro<br />

con una mano y limpiaba la superficie <strong>de</strong> la mesa con la otra—. ¿Has<br />

cenado?<br />

—No.

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