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El infierno de Gabriel_1

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que, habitualmente, él era un amante ruidoso, que gritaba, gruñía y<br />

soltaba palabrotas para expresar sus necesida<strong>de</strong>s. Pero esa noche,<br />

en aquel espacio semisagrado, sus exclamaciones habían sido limpias<br />

y puras.<br />

—Te quiero, te quiero, te quiero —entonó sobre ella, al ritmo con<br />

sus movimientos.<br />

Julia estaba experimentando una sensación <strong>de</strong> plenitud intensa y<br />

sin prece<strong>de</strong>ntes. Antes <strong>de</strong> recuperarse <strong>de</strong>l orgasmo, sintió que <strong>Gabriel</strong><br />

la penetraba profundamente, gritando su nombre.<br />

Aunque tuvo cuidado <strong>de</strong> apoyarse en los brazos, se <strong>de</strong>rrumbó<br />

sobre ella mientras las emociones y sensaciones <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso<br />

orgasmo lo sacudían <strong>de</strong> arriba abajo. La abrazó, manteniéndola<br />

pegada a su cuerpo, mientras le susurraba palabras <strong>de</strong> amor al oído<br />

en italiano, esperando a que abriera los ojos.<br />

«Amo a esta mujer más que a mi propia vida.»<br />

Su preciosa Beatriz ya no era virgen. Él había tomado —y<br />

entregado— lo que Dante nunca pudo. En silencio, rezó para que ella<br />

no se arrepintiera <strong>de</strong> haberlo elegido como su primer amante.<br />

Se volvió <strong>de</strong> lado y le acarició la barbilla con un <strong>de</strong>do. Sólo<br />

entonces se dio cuenta <strong>de</strong>l rubor que le cubría el cuello, el pecho y<br />

más abajo, hasta los muslos. <strong>Gabriel</strong> se sintió culpable.<br />

«Dios mío, le he hecho daño.»<br />

—¿Julia?<br />

Al abrir los ojos, tenía la mirada perdida, pero al ver a <strong>Gabriel</strong> le<br />

dirigió una bonita sonrisa que <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto sus dientes blancos.<br />

Se sentía como una pluma llevada por la brisa <strong>de</strong>l verano. Había sido<br />

mucho mejor que cualquier otra cosa. Verlo y oírlo, tocarlo, saborearlo<br />

y, finalmente, compartir el clímax, sincero, crudo, excepcional.<br />

Él soltó el aire y la besó apasionadamente.<br />

—¿Estás bien?<br />

—Sí —ronroneó ella.<br />

—Te amo. Sólo quiero hacerte feliz y verte sonreír. Para<br />

siempre.<br />

—Me vas a hacer llorar.<br />

Julia no pudo <strong>de</strong>cir nada más. No le salían las palabras. Lo besó<br />

con los ojos cerrados, disfrutando <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> estar entre los<br />

brazos <strong>de</strong> su amante. <strong>El</strong> primero. Y el último.<br />

—No llores, mi dulce niña. —<strong>Gabriel</strong> le besó los párpados y le<br />

acarició las mejillas.<br />

Pero <strong>de</strong> repente, se levantó y Julia se encontró sola en la gran

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