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El infierno de Gabriel_1

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—He pasado por <strong>de</strong>lante, pero no he entrado nunca. No sabía<br />

que hubiera un restaurante <strong>de</strong>ntro.<br />

—Tengo muchas ganas <strong>de</strong> enseñártelo. —Llevándose la mano<br />

<strong>de</strong> Julia a los labios, la besó—. He encargado una cesta <strong>de</strong> fruta y<br />

unas cuantas botellas <strong>de</strong> agua mineral. Pi<strong>de</strong> lo que quieras.<br />

—Riéndose, añadió—: Pero el champán guárdalo para cuando vuelva.<br />

Nos lo tomaremos en la bañera.<br />

<strong>El</strong>la bajó la vista.<br />

—Me estás malcriando.<br />

Él le levantó la barbilla con un <strong>de</strong>do.<br />

—No, cariño, no te malcrío; sólo te trato como te mereces.<br />

Llevas toda la vida ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> idiotas. Yo, el peor <strong>de</strong> todos.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, eres muchas cosas, pero no eres idiota.<br />

Poniéndose <strong>de</strong> puntillas, le dio un suave beso en los labios antes<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en el cuarto <strong>de</strong> baño para darse una ducha.<br />

Varias horas más tar<strong>de</strong>, <strong>Gabriel</strong> regresó <strong>de</strong> una cordial reunión<br />

con su amigo Massimo Vitali.<br />

Mientras tomaban café expreso, hablaron <strong>de</strong> la conferencia <strong>de</strong>l<br />

día siguiente y <strong>de</strong> los planes para el banquete que se serviría en su<br />

honor al terminar, en la misma Galería <strong>de</strong> los Uffizi. <strong>Gabriel</strong> se sentía<br />

muy agra<strong>de</strong>cido, más por Julia que por él. Se imaginaba que le<br />

encantaría participar en un acto tan festivo en su museo <strong>de</strong> arte<br />

favorito.<br />

Al regresar a la suite, <strong>Gabriel</strong> la encontró dormida en el centro<br />

mismo <strong>de</strong> la cama, con un pijama <strong>de</strong> raso color champán. Tenía el<br />

pelo suelto alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabeza, como un halo color caoba. Parecía<br />

una bella durmiente.<br />

Tras observarla dormir unos segundos, la besó en la mejilla. Al<br />

ver que no se movía, se sirvió una copa y se sentó en la terraza. Era<br />

agradable tener un momento para él, para planificar y soñar con los<br />

días que tenían por <strong>de</strong>lante. Tenía la sensación <strong>de</strong> que alguien lo<br />

había liberado <strong>de</strong> la pesada carga que había llevado sobre los<br />

hombros. Julia conocía la verdad sobre Paulina y Maia y lo seguía<br />

amando. Se habían librado <strong>de</strong>l comité <strong>de</strong> la universidad tras sobrevivir<br />

a un semestre académico juntos. Tenía muchas cosas por las que dar<br />

gracias. Sobre todo, por tener a su Julianne para él solo durante dos<br />

semanas.<br />

«Julia no es <strong>de</strong> esas chicas a las que uno <strong>de</strong>ja tiradas <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> follársela. Es <strong>de</strong> las chicas con las que uno se casa.» Las palabras<br />

<strong>de</strong> Scott le vinieron a la mente.

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