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El infierno de Gabriel_1

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<strong>Gabriel</strong> bajó la vista hacia su preciosa, pero obviamente<br />

estropeada camisa y maldijo en silencio. Le gustaba aquella camisa.<br />

Paulina se la había traído <strong>de</strong> Londres. La mancha <strong>de</strong> la saliva <strong>de</strong> Julia<br />

mezclada con el chianti no iba a <strong>de</strong>saparecer nunca.<br />

—Tengo varias camisas iguales —mintió—. A<strong>de</strong>más, seguro que<br />

la mancha saldrá fácilmente. Rachel me ayudará.<br />

Julia se mordió el labio inferior una vez más.<br />

<strong>Gabriel</strong> sintió que le daba vueltas la cabeza, pero sus labios eran<br />

tan rojos y tentadores que no pudo apartar la vista. Era una sensación<br />

comparable a estar presenciando un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> coche <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

cubierta <strong>de</strong> un barco.<br />

Inclinándose hacia ella, le dio unas palmaditas en el dorso <strong>de</strong> la<br />

mano.<br />

—Los acci<strong>de</strong>ntes son inevitables. No son culpa <strong>de</strong> nadie —dijo<br />

para tranquilizarla.<br />

Julia <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>rse el labio y lo recompensó con una sonrisa.<br />

«La amabilidad la hace florecer. Es como una rosa que abre los<br />

pétalos.»<br />

—¿Se encuentra bien? —preguntó Rachel a su espalda.<br />

<strong>Gabriel</strong> retiró la mano apresuradamente y suspiró.<br />

—Sí, aunque me temo que Julianne odia el cuscús.<br />

Y, tras <strong>de</strong>cirlo, le guiñó un ojo a Julia y disfrutó viendo cómo el<br />

rubor se extendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus mejillas por su piel <strong>de</strong> porcelana. En<br />

verdad era un ángel <strong>de</strong> ojos castaños.<br />

—No pasa nada. Prepararé arroz pilaf —dijo Rachel, que salió<br />

<strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño seguida por <strong>Gabriel</strong>.<br />

Julia se quedó don<strong>de</strong> estaba, tratando <strong>de</strong> impedir que el corazón<br />

se le saliera <strong>de</strong>l pecho.<br />

Mientras Rachel guardaba el cuscús en la nevera, <strong>Gabriel</strong> fue a<br />

cambiarse al dormitorio. Se quitó la camisa manchada y, muy a su<br />

pesar, la tiró a la basura. Al volver a la cocina, acabó <strong>de</strong> recoger los<br />

cristales y el vino <strong>de</strong>l suelo.<br />

—Hay un par <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>berías saber sobre Julia —dijo<br />

Rachel por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

Él echó los trozos <strong>de</strong> cristal a la basura.<br />

—Preferiría no oírlas.<br />

—Pero ¡por favor! ¿Qué te pasa? Es mi amiga.<br />

—Pero también es mi alumna. No <strong>de</strong>bería saber nada <strong>de</strong> su vida<br />

privada. Que sea tu amiga ya resulta bastante problemático.<br />

Su hemana irguió la espalda y negó con la cabeza. Sus ojos

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