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El infierno de Gabriel_1

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los pedazos. —Con una mirada sombría, añadió—: ¿Está claro?<br />

Julia contuvo el aliento y asintió a regañadientes.<br />

—<strong>El</strong> correo que me enviaste fue una vergüenza. Una auténtica<br />

bofetada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todos los mensajes que te <strong>de</strong>jé. ¿Llegaste a<br />

escucharlos o los borraste directamente?<br />

—Los escuché.<br />

—Los escuchaste pero no te los creíste. Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no los<br />

respondiste. Usaste la palabra «acoso» en tu correo. ¿Qué<br />

pretendías?<br />

—Eh... No lo sé.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó hasta quedar a pocos centímetros <strong>de</strong> ella.<br />

—Es muy posible que alguien ya haya sido alertado sobre el<br />

contenido <strong>de</strong>l mensaje. Incluso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo borrado, cosa que<br />

ya he hecho, pue<strong>de</strong>n seguirle la pista. Un correo electrónico <strong>de</strong>ja una<br />

huella imposible <strong>de</strong> borrar, Julianne. No vuelvas a hacer algo así<br />

nunca más. ¿Está claro?<br />

—Sí.<br />

—Eres la única persona capaz <strong>de</strong> alterarme <strong>de</strong> esta manera. De<br />

todas las maneras.<br />

<strong>El</strong>la miró <strong>de</strong> reojo a la puerta, <strong>de</strong>seando huir.<br />

—Mírame —susurró él.<br />

Cuando lo hizo, <strong>Gabriel</strong> siguió hablando:<br />

—Voy a tener que hacer control <strong>de</strong> daños. Acabo <strong>de</strong> hablar con<br />

Christa y ahora, gracias a ti, voy a tener que hablar también con Paul.<br />

Christa es un peligro público, pero Paul era un buen ayudante <strong>de</strong><br />

investigación.<br />

«¿Era?»<br />

—Por favor, no lo <strong>de</strong>spidas. No es culpa suya. Me aseguraré <strong>de</strong><br />

que no le diga nada a nadie. Por favor.<br />

—¿Es a él a quien quieres? —preguntó <strong>Gabriel</strong>. Su voz se había<br />

vuelto un murmullo glacial.<br />

Julia jugueteó con la mochila.<br />

—Respón<strong>de</strong>me.<br />

—Lo intenté.<br />

—¿Y?<br />

—Y nada.<br />

—No es lo que parecía cuando os he visto abrazados ante los<br />

casilleros. No es lo que parecía cuando ha llamado a la puerta como<br />

un caballero andante, dispuesto a protegerte. ¿Por qué no eres capaz<br />

<strong>de</strong> admitir lo que quieres, Julianne? ¿O es que sólo respon<strong>de</strong>s si te

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