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El infierno de Gabriel_1

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el ritmo.<br />

—He venido a buscar dinero. Estoy <strong>de</strong>sesperado. Y sí, estoy<br />

bien jodido también —dijo, estremeciéndose—. Ya estaba jodido antes<br />

<strong>de</strong> liarme a hostias con todo el mundo. Antes <strong>de</strong> que llegaras.<br />

—Lo siento mucho.<br />

Encogiéndose <strong>de</strong> hombros, <strong>Gabriel</strong> tiró <strong>de</strong> ella hacia la izquierda.<br />

—Ya casi hemos llegado.<br />

A través <strong>de</strong> una zona <strong>de</strong> vegetación menos tupida, entraron en<br />

un pequeño claro cubierto <strong>de</strong> hierba y salpicado <strong>de</strong> flores silvestres,<br />

malas hierbas y algún tocón <strong>de</strong> árbol. <strong>El</strong> silencio era tan intenso que<br />

casi podía oírse. En un extremo <strong>de</strong>l claro había varios manzanos<br />

viejos y <strong>de</strong> aspecto abandonado.<br />

—Aquí es —anunció él, señalando con el brazo a su<br />

alre<strong>de</strong>dor—. Esto es el Paraíso.<br />

Guiándola hasta una gran roca que inexplicablemente había<br />

caído en medio <strong>de</strong> aquel campo, <strong>Gabriel</strong> la sujetó por la cintura y la<br />

sentó en ella. Luego trepó y se sentó a su lado. Julia se estremeció. La<br />

roca estaba fría a la débil luz <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer y el frío se coló con<br />

facilidad a través <strong>de</strong> la fina tela <strong>de</strong> sus vaqueros.<br />

<strong>Gabriel</strong> se quitó la cazadora y se la colocó sobre los hombros.<br />

—Pillarás una pulmonía y te morirás —le advirtió distraídamente,<br />

ro<strong>de</strong>ándole los hombros con el brazo y acercándola a él.<br />

<strong>El</strong> calor corporal que irradiaba la calentó inmediatamente.<br />

Julia inspiró hondo y suspiró, maravillándose <strong>de</strong> lo bien que<br />

encajaba bajo su brazo. Como si hubiera sido creada para estar allí.<br />

—Eres Beatriz.<br />

—¿Beatriz?<br />

—La Beatriz <strong>de</strong> Dante.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó.<br />

—No sé quién es.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír y Julia sintió su cálido aliento en la mejilla<br />

antes <strong>de</strong> que le acariciara la oreja con la nariz.<br />

—¿No te han contado eso? ¿No te han dicho que el hijo pródigo<br />

está escribiendo un libro sobre Dante y Beatriz?<br />

Al ver que no respondía, la besó suavemente en la cabeza.<br />

—Dante era un poeta y Beatriz era su musa. La conoció cuando<br />

ella era muy joven y la amó a distancia toda la vida. Beatriz fue su guía<br />

en el Paraíso.<br />

Julia lo escuchaba con los ojos cerrados, aspirando el aroma <strong>de</strong><br />

su cuerpo. Olía a almizcle, a sudor y a cerveza, pero no hizo caso <strong>de</strong>

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