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El infierno de Gabriel_1

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—Te he dicho que te calmes. — La estaba advirtiendo con la<br />

mirada—. No eres ninguna puta. No vuelvas a referirte a ti en esos<br />

términos.<br />

Su tono, gélido, se <strong>de</strong>slizó por la espalda <strong>de</strong> Julia como un<br />

cubito <strong>de</strong> hielo.<br />

Luego, le soltó la barbilla y dio un paso atrás. Tenía la mirada<br />

ardiente y la respiración alterada. Cerró los ojos y empezó a respirar<br />

hondo, muy <strong>de</strong>spacio. Incluso en su actual estado <strong>de</strong> nebulosa mental,<br />

<strong>Gabriel</strong> sabía que las cosas habían llegado <strong>de</strong>masiado lejos. Tenía<br />

que calmarse y <strong>de</strong>spués tenía que calmarla a ella, antes <strong>de</strong> que<br />

hiciera algo <strong>de</strong> lo que pudiera arrepentirse.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Julia no escondían nada. En ellos podía leerse que<br />

estaba furiosa y herida como un animal acorralado. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

asustada y triste. Era como un gatito irritado y dolido que había sacado<br />

las garras y estaba a punto <strong>de</strong> llorar. Y todo era obra suya. Había sido<br />

él quien le había hecho aquello al ángel <strong>de</strong> ojos castaños al<br />

compararla con una puta y al olvidarse <strong>de</strong> lo que había pasado entre<br />

los dos la noche anterior.<br />

«Debes <strong>de</strong> haberla seducido. Si no, no se estaría comportando<br />

así. Emerson, eres un imbécil <strong>de</strong> primera. Y ya pue<strong>de</strong>s ir<br />

<strong>de</strong>spidiéndote <strong>de</strong> tu carrera.»<br />

Mientras él pensaba, lentamente y con esfuerzo, Julia aprovechó<br />

la oportunidad. Con un último insulto, recogió sus cosas y se encerró<br />

en la habitación <strong>de</strong> invitados.<br />

Tras quitarse los calzoncillos, los <strong>de</strong>jó en el suelo <strong>de</strong> una patada.<br />

Se puso los calcetines y los vaqueros, aún un poco húmedos, y se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que se había <strong>de</strong>jado el sujetador en el lava<strong>de</strong>ro, pero<br />

<strong>de</strong>cidió irse sin él. «Pue<strong>de</strong> añadirlo a su colección. Cabronazo.» Optó<br />

por no cambiarse <strong>de</strong> camiseta. La <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era más discreta que la<br />

suya para ir sin sujetador. Y si él se la reclamaba, le arrancaría los<br />

ojos.<br />

Pegó la oreja a la puerta, pero no oyó nada. Mientras esperaba<br />

para asegurarse <strong>de</strong> que no hubiera nadie en el pasillo, reflexionó<br />

sobre lo sucedido.<br />

Había perdido los nervios y se había comportado como una<br />

boba. Sabía cómo era él en ocasiones. Había visto la mesa<br />

<strong>de</strong>strozada y la sangre en la alfombra <strong>de</strong> Grace. Aunque estaba<br />

convencida <strong>de</strong> que su <strong>Gabriel</strong> nunca le levantaría la mano, no sabía<br />

<strong>de</strong> qué era capaz el profesor Emerson cuando perdía el control.<br />

Pero es que la había hecho enfadar mucho. Y ella nunca antes

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