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El infierno de Gabriel_1

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llegó.<br />

Miró el buzón <strong>de</strong> voz. Nada. Tampoco tenía ningún mensaje <strong>de</strong><br />

texto. Ni ningún correo electrónico. A las siete menos diez, la llamó.<br />

Como no respondió, le <strong>de</strong>jó un mensaje:<br />

«¿Julianne? ¿Estás ahí? Llámame.»<br />

Al colgar, buscó el listín telefónico en el iPhone y el número <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong> Tom. <strong>El</strong> teléfono sonó y sonó, hasta que saltó el contestador.<br />

<strong>Gabriel</strong> colgó sin <strong>de</strong>jar ningún mensaje.<br />

«¿Por qué no respon<strong>de</strong> al teléfono? ¿Dón<strong>de</strong> está? ¿Y dón<strong>de</strong><br />

está Tom?»<br />

Una sospecha espantosa se abrió camino en su mente. Sin<br />

per<strong>de</strong>r un instante en <strong>de</strong>spedirse, salió <strong>de</strong> casa, se subió al<br />

todoterreno y se dirigió a casa <strong>de</strong> Tom a toda velocidad. Por el<br />

camino, siguió tratando <strong>de</strong> conectar con Julia o con Tom<br />

telefónicamente. Si lo paraba la policía, mucho mejor.<br />

La victoria estaba tan cerca que Simon casi podía pala<strong>de</strong>arla.<br />

Sabía que Julia no era una persona fuerte y estaba acostumbrado a<br />

utilizar su <strong>de</strong>bilidad en su propio provecho. Cuando ella lo había<br />

mirado a los ojos y le había asegurado que no tenía las fotos, la había<br />

creído. Era mucho más probable que fuera Natalie quien lo estuviera<br />

engañando, <strong>de</strong>sviando su atención <strong>de</strong> sus propios planes <strong>de</strong><br />

venganza. Pero cuando tuvo a Julia entre sus brazos, se olvidó <strong>de</strong> las<br />

fotos y se embarcó en un nuevo propósito.<br />

Sin hacer caso <strong>de</strong>l timbre <strong>de</strong>l teléfono ni <strong>de</strong> las notas <strong>de</strong><br />

Message in a Bottle que sonaban <strong>de</strong> vez en cuando en el iPhone <strong>de</strong><br />

Julia, Simon siguió besándola y tirando <strong>de</strong> ella hasta que quedó<br />

montada a horcajadas encima <strong>de</strong> él, que se había sentado en el sofá.<br />

Seguía tan frígida como siempre. Se notaba que apenas toleraba<br />

su contacto. Sus brazos y su cuerpo estaban lánguidos, sin fuerzas. A<br />

Julia nunca le había gustado que le metiera la lengua en la boca.<br />

Nunca le había gustado que le metiera nada en la boca. Cuando<br />

empezó a moverse para liberarse, Simon se excitó. Recorriéndole la<br />

boca con la lengua, notó que su erección crecía y topaba contra la<br />

barrera <strong>de</strong> la cremallera.<br />

Siguió besándola hasta que ella no pudo soportarlo más y le<br />

empujó el pecho con los puños. En ese instante, Simon supo que era<br />

el momento <strong>de</strong> pasar a otras activida<strong>de</strong>s. Julia se resistió mientras él<br />

le <strong>de</strong>sabrochaba los botones <strong>de</strong> la blusa.<br />

—Por favor, no lo hagas —suplicó ella—. Por favor, suéltame.<br />

—Te va gustar —se burló él, riéndose y manoseándole el culo—.

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