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El infierno de Gabriel_1

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sentimientos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y en los <strong>de</strong>más incluía a su familia.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>fectos, <strong>Gabriel</strong> era su hermano favorito.<br />

Y, como la pequeña <strong>de</strong> la familia, diez años menor que él, Rachel era<br />

la favorita <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Nunca había discutido con ella <strong>de</strong> la misma<br />

forma que con Scott o con su padre. Siempre la había protegido. A su<br />

manera, la quería. Nunca le haría daño <strong>de</strong> manera intencionada. Sin<br />

embargo, le había hecho daño varias veces al ver cómo se lo hacía a<br />

los <strong>de</strong>más. Y, especialmente, cómo se hacía daño a sí mismo.<br />

Sabía que, si se fijaba bien, <strong>Gabriel</strong> no era tan buen jugador <strong>de</strong><br />

póquer. Había <strong>de</strong>masiados <strong>de</strong>talles que <strong>de</strong>lataban cuándo estaba<br />

sufriendo. Cuando estaba a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los nervios, cerraba los<br />

ojos; cuando se sentía frustrado se frotaba la cara, y recorría la<br />

habitación <strong>de</strong> un lado a otro cuando estaba preocupado o asustado. Al<br />

ver que empezaba a caminar por la estancia, Rachel se preguntó <strong>de</strong><br />

qué tendría miedo.<br />

—¿Por qué te preocupas tanto por ella? Cuando cenó aquí no<br />

estuviste <strong>de</strong>masiado simpático. Ni siquiera la llamabas Julia.<br />

—Es mi alumna. Tengo que mantener una actitud profesional.<br />

—¿Profesionalmente mezquina?<br />

Él se <strong>de</strong>tuvo y la fulminó con la mirada.<br />

—Vale, vale. Me quedaré el dinero y le compraré una cartera.<br />

Aunque preferiría comprarle zapatos.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a sentarse en el taburete.<br />

—¿Zapatos?<br />

—Sí. ¿Y qué te parece si le compro también algo <strong>de</strong> ropa? Le<br />

gustan las cosas bonitas, pero no pue<strong>de</strong> permitírselas. Y es guapa,<br />

¿no crees?<br />

<strong>El</strong> miembro <strong>de</strong> él se movió inquieto bajo sus pantalones <strong>de</strong> lana<br />

gris. Cruzó las piernas para disimular.<br />

—Gástate el dinero en lo que quieras. Lo único que pido es no<br />

volver a ver esa mochila.<br />

—¡Bien! Le compraré algo fabuloso... aunque probablemente<br />

necesite más dinero. Y luego tendremos que llevarla a algún sitio para<br />

que luzca el nuevo mo<strong>de</strong>lito. —Rachel miró a su hermano mayor y<br />

parpa<strong>de</strong>ó.<br />

Sin molestarse en discutir ni en negociar, <strong>Gabriel</strong> sacó una<br />

tarjeta <strong>de</strong> visita <strong>de</strong> la cartera, cogió su estilográfica Montblanc y<br />

<strong>de</strong>senrolló el capuchón.<br />

—¿La gente normal aún usa esas cosas o sólo los<br />

medievalistas? —preguntó ella, inclinándose hacia él con curiosidad—.

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