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El infierno de Gabriel_1

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—Eso ya lo discutimos anoche. Que un amigo te haga un regalo<br />

no te convierte en un ser <strong>de</strong>pendiente y sin voluntad —refunfuñó él—.<br />

No quería que tuvieras que ir a casa. Pasamos muy poco tiempo<br />

juntos. Sólo he tenido que cruzar la calle. La tienda está aquí mismo.<br />

Únicamente quería ser amable. Mi personal shopper me ha ayudado a<br />

elegir unas cuantas cosas, pero si no las quieres, las <strong>de</strong>volveré.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó y <strong>de</strong>jó la taza en la encimera. Pasando por<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella sin <strong>de</strong>cirle una palabra, se encerró en el <strong>de</strong>spacho.<br />

«No ha ido <strong>de</strong>masiado bien», pensó Julia.<br />

Sin saber qué hacer, se mordió las uñas. Por un lado, quería ser<br />

in<strong>de</strong>pendiente. No quería ser como un pajarillo in<strong>de</strong>fenso con el ala<br />

rota. Por otro lado, su corazón amable sufría causándole dolor a otras<br />

personas. Y tras el enfado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sabía que se escondía dolor.<br />

«No quería hacerle daño...»<br />

<strong>Gabriel</strong> era tan fuerte, tan enérgico, que costaba darse cuenta <strong>de</strong><br />

que en su interior se ocultaba un ser sensible que se disgustaba por<br />

algo tan intrascen<strong>de</strong>nte como unos regalos. Tal vez ella fuera la única<br />

persona en el mundo consciente <strong>de</strong> lo sensible que era. Lo que la<br />

hacía sentirse aún más culpable por haberlo lastimado.<br />

Se sirvió un vaso <strong>de</strong> agua y se lo bebió <strong>de</strong>spacio, dándole a él<br />

intimidad y a ella unos momentos para reflexionar. Al acercarse al<br />

<strong>de</strong>spacho, el teléfono sonó. Julia asomó la cabeza por la puerta y vio<br />

que <strong>Gabriel</strong> estaba sentado tras el escritorio y que rebuscaba entre los<br />

papeles mientras contestaba la llamada.<br />

Al verla, señaló al teléfono y dijo «Richard» en voz baja.<br />

<strong>El</strong>la asintió. Acercándose al escritorio, cogió una pluma sencilla y<br />

un trozo <strong>de</strong> papel y escribió «Perdona». Le mostró el papel y <strong>Gabriel</strong>,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> leerlo, asintió bruscamente.<br />

Julia volvió a escribir:<br />

Voy a ducharme. ¿Hablamos luego?<br />

Él leyó la nueva nota y volvió a asentir.<br />

Gracias por ser tan consi<strong>de</strong>rado. Lo siento.<br />

Cuando se volvió para marcharse, <strong>Gabriel</strong> la agarró por la<br />

muñeca y le dio un beso en la palma <strong>de</strong> la mano antes <strong>de</strong> soltarla.<br />

Julia regresó al dormitorio, cerró la puerta, llevó las bolsas hasta<br />

la cama y se dispuso a ver qué contenían.

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