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El infierno de Gabriel_1

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levantar la vista hacia su garganta blanca como la nieve, <strong>Gabriel</strong> volvió<br />

a fijarse en sus venas azules, que vibraban con cada latido.<br />

«Como un colibrí —pensó—. Tan diminuta, tan frágil. Ten<br />

cuidado...»<br />

Julia tragó saliva y buscó una salida con la vista.<br />

—Por favor —insistió <strong>Gabriel</strong>, con los ojos brillándole en la<br />

oscuridad.<br />

—No sé bailar.<br />

—Estabas bailando hace un momento.<br />

—Bailar lento es distinto. Te pisaré y te haré daño con los<br />

tacones. O tropezaré y acabaré en el suelo y te sentirás avergonzado.<br />

Ya estás bastante enfadado conmigo... —<strong>El</strong> labio le empezó a temblar<br />

<strong>de</strong> un modo más evi<strong>de</strong>nte.<br />

Él dio un paso hacia ella, que se apretó contra la pared casi<br />

como si tratara <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer a través <strong>de</strong>l muro. <strong>Gabriel</strong> le cogió la<br />

mano y se la llevó a los labios ceremoniosamente. Con una sonrisa<br />

<strong>de</strong>cidida, se inclinó y le acercó la boca a la oreja. La piel <strong>de</strong> Julia<br />

vibraba con su cercanía y la cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su aliento.<br />

—Julianne, ¿cómo podría estar enfadado con alguien tan dulce?<br />

Te prometo que no me enfadaré ni me sentiré humillado. Ya verás<br />

como sí sabes bailar —susurró. Su voz era suave pero <strong>de</strong>cidida;<br />

seductora y sexual; whisky escocés y licor <strong>de</strong> menta—. Ven conmigo.<br />

Al tomarla <strong>de</strong> la mano, un nuevo escalofrío le recorrió el brazo.<br />

Mientras <strong>Gabriel</strong> esperaba su reacción, ella se quedó muy quieta. Se<br />

sentía muy rara. Un momento antes estaba temblando, pero en ese<br />

instante parecía no po<strong>de</strong>r moverse.<br />

—Por favor, profesor —le rogó con un hilo <strong>de</strong> voz, con los ojos<br />

clavados en su pecho.<br />

—Pensaba que esta noche éramos <strong>Gabriel</strong> y Julianne.<br />

—En realidad no quieres bailar conmigo. Es el whisky el que<br />

habla por tu boca.<br />

Él enarcó las cejas. Habría respondido <strong>de</strong> mala manera, pero se<br />

reprimió. Lo estaba provocando. Parecía que supiera exactamente qué<br />

botones tenía que pulsar para que saltara.<br />

—Sólo un baile. No es mucho pedir.<br />

—¿Por qué quieres bailar con una virgen? —murmuró ella,<br />

súbitamente fascinada por la punta <strong>de</strong> sus zapatos.<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso tenso.<br />

—No quiero bailar con una virgen, quiero bailar contigo,<br />

Julianne. Pensaba que tú también querrías bailar con alguien que no

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