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El infierno de Gabriel_1

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sí.<br />

Pero le costó separarse <strong>de</strong> él. Mientras <strong>Gabriel</strong> gemía, ella siguió<br />

acariciándole el pelo y hablándole como si fuera un bebé.<br />

—Está bien, <strong>Gabriel</strong>. Todo está bien. Siempre he querido cuidar<br />

<strong>de</strong> ti, preocuparme por ti, aunque tú nunca te preocupes por mí.<br />

Cuando se convenció <strong>de</strong> que podía <strong>de</strong>jarlo solo unos minutos,<br />

fue a su dormitorio y rebuscó en sus cajones en busca <strong>de</strong> algo,<br />

cualquier cosa que pudiera ponerse. Resistiéndose al impulso <strong>de</strong><br />

registrar el cajón <strong>de</strong> la ropa interior en busca <strong>de</strong> un trofeo que llevarse<br />

a casa —o que ven<strong>de</strong>r en eBay—, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> los primeros<br />

calzoncillos tipo bóxer que encontró. Eran negros y estaban <strong>de</strong>corados<br />

con el escudo <strong>de</strong>l Magdalen College. Le pareció que eran <strong>de</strong>masiado<br />

pequeños para el trasero bien formado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

«Hasta su ropa interior es pretenciosa», pensó, buscando una<br />

camiseta.<br />

En el cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados se quitó la ropa sucia, se metió<br />

en la ducha para lavarse el pelo <strong>de</strong> vómito y se puso su ropa.<br />

Luego trató <strong>de</strong> limpiar un poco el <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong>l jersey <strong>de</strong><br />

cachemira. Lo lavó lo mejor que pudo en el lavabo. Después lo <strong>de</strong>jó en<br />

la encimera <strong>de</strong> mármol para que se secara. <strong>Gabriel</strong> ya <strong>de</strong>cidiría más<br />

tar<strong>de</strong> si quería llevarlo a la tintorería (o quemarlo). Julia cogió el resto<br />

<strong>de</strong> su ropa, la metió en la lavadora y volvió al cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong>l<br />

dormitorio.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba sentado con la espalda apoyada en la pared, las<br />

rodillas dobladas ante el pecho y la cara escondida en las manos.<br />

Seguía gimiendo.<br />

Julia limpió el váter rápidamente y se arrodilló a su lado. No le<br />

gustaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo vestido con la ropa sucia <strong>de</strong> vómito, pero<br />

tampoco tenía ganas <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarlo. Probablemente él la acusaría <strong>de</strong><br />

acoso sexual o algo parecido. Y no le apetecía enfrentarse a un<br />

profesor Emerson ebrio y furioso. O a un profesor Emerson sobrio y<br />

furioso. Como un dragón, podía revolverse y atacar si creía que<br />

alguien le estaba tirando <strong>de</strong> la cola.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, te has manchado <strong>de</strong> vómito, ¿me entien<strong>de</strong>s?<br />

¿Quieres quedarte así o...? —Dejó la frase sin acabar.<br />

Él negó con la cabeza y trató <strong>de</strong> quitarse la corbata. Por<br />

supuesto, con los ojos cerrados no tuvo mucho éxito. Julia le aflojó el<br />

nudo con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y se la sacó por encima <strong>de</strong> la cabeza. La lavó<br />

con agua y la <strong>de</strong>jó en el mármol. También iba a tener que llevarla a la<br />

tintorería.

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