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El infierno de Gabriel_1

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observando a Julia como si fuera un halcón, mientras ella se llevaba la<br />

copa a los labios una vez más.<br />

Rachel <strong>de</strong>jó una caja sobre la barra.<br />

—¡Cuscús!<br />

Julia se atragantó y escupió <strong>de</strong> golpe todo el vino que tenía en la<br />

boca, empapando a <strong>Gabriel</strong> y su camisa blanca. Al ver lo que había<br />

hecho, se asustó y soltó la copa, que se rompió en mil pedazos al<br />

chocar contra la base <strong>de</strong>l taburete, manchándola a ella y manchando<br />

el suelo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra noble.<br />

<strong>Gabriel</strong> se limpió la cara y la camisa mientras mal<strong>de</strong>cía en voz<br />

alta. Muy alta. Julia se bajó <strong>de</strong>l taburete, se arrodilló y empezó a<br />

recoger los trozos <strong>de</strong> cristal roto.<br />

—Déjalo —dijo él suavemente, mirándola <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong><br />

la barra.<br />

Pero ella siguió recogiendo, con lágrimas en los ojos.<br />

—¡Que lo <strong>de</strong>jes! —repitió él más fuerte, ro<strong>de</strong>ando la barra.<br />

Julia se pasó los trozos <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> una mano a otra y siguió<br />

con su tarea. Parecía un cachorro arrastrándose patéticamente por el<br />

suelo con una pata herida.<br />

—¡Para! ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, mujer, para! Te vas a cortar.<br />

—<strong>Gabriel</strong> se alzaba ante ella amenazadoramente y su enfado<br />

<strong>de</strong>scendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas como la ira <strong>de</strong> Dios.<br />

Agarrándola por los hombros, la levantó y la obligó a soltar los<br />

trozos <strong>de</strong> cristal en un cuenco que había sobre la barra, antes <strong>de</strong><br />

conducirla hasta el cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados.<br />

—Siéntate —le or<strong>de</strong>nó.<br />

<strong>El</strong>la se sentó en la taza <strong>de</strong>l váter y sollozó en silencio.<br />

—Enséñame las manos.<br />

Entre las manchas <strong>de</strong> vino, <strong>Gabriel</strong> distinguió algunas gotas <strong>de</strong><br />

sangre y alguna esquirla <strong>de</strong> cristal clavada en la palma. Maldijo varias<br />

veces negando con la cabeza mientras abría el botiquín.<br />

—No se te da muy bien escuchar, ¿no?<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó, lamentando no po<strong>de</strong>r secarse las lágrimas <strong>de</strong> las<br />

mejillas con las manos.<br />

—Y tampoco obe<strong>de</strong>cer —añadió, mirando por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro.<br />

Lo que vio lo hizo <strong>de</strong>tenerse en seco.<br />

Si más tar<strong>de</strong> alguien le hubiera preguntado por qué lo hizo, se<br />

habría encogido <strong>de</strong> hombros y no habría sabido qué respon<strong>de</strong>r. Pero<br />

cuando se <strong>de</strong>tuvo y miró con atención a la criatura allí encogida,

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