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El infierno de Gabriel_1

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dos cervezas Chimay. <strong>Gabriel</strong> había insistido en que ella la probara.<br />

—Salud —dijo él, brindando.<br />

—Prost —replicó Julia.<br />

Probó la cerveza y no pudo evitar recordar la primera que se<br />

había tomado y con quién. Era una cerveza rubia, <strong>de</strong> fabricación<br />

nacional. Ésta tenía un tono cobrizo y era dulce, con un intenso sabor<br />

a malta. Le gustó mucho y lo <strong>de</strong>mostró con un leve ronroneo <strong>de</strong><br />

aprobación.<br />

—¡Cuesta más <strong>de</strong> diez dólares la botella! —susurró, para no<br />

avergonzar a <strong>Gabriel</strong> en público con su incredulidad.<br />

—Pero es la mejor. ¿Qué prefieres, beber una botella <strong>de</strong> éstas o<br />

dos Budweiser, que es como beber asquerosa agua <strong>de</strong> la bañera?<br />

«Bueno, no he probado el agua <strong>de</strong> la bañera, pero me fiaré <strong>de</strong><br />

su opinión, chalado profesor Emerson.»<br />

—Vamos —la animó él—. ¿Qué estás pensando? Casi puedo<br />

ver las ruedas girando en esa pequeña cabecita, así que suéltalo.<br />

Y dicho esto, se cruzó <strong>de</strong> brazos y aguardó con una sonrisa,<br />

como si la cabeza <strong>de</strong> Julia fuera una fuente inagotable <strong>de</strong> diversión.<br />

A ella le molestó su actitud. No le gustaba que usara el<br />

diminutivo al referirse a su cabeza, porque le recordaba su <strong>de</strong>sprecio<br />

inicial por su capacidad intelectual, así que <strong>de</strong>cidió contraatacar.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> tener la oportunidad <strong>de</strong> hablar contigo en privado<br />

—comentó, sacando dos sobres <strong>de</strong>l maletín—. No puedo aceptar esto.<br />

Deslizó la tarjeta <strong>de</strong>l Starbucks y la concesión <strong>de</strong> la beca en su<br />

dirección.<br />

<strong>Gabriel</strong> los reconoció inmediatamente y frunció el cejo.<br />

—¿Qué te hace pensar que te los he enviado yo? —preguntó,<br />

empujándolos en dirección a Julia.<br />

—Mi capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>ducción. Eres la única persona que<br />

conozco que me llama Julianne. Y eres la única persona que conozco<br />

con una cuenta corriente lo bastante saneada como para crear una<br />

beca.<br />

Le entregó <strong>de</strong> nuevo los sobres.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció en silencio unos instantes. ¿De verdad era<br />

el único que llamaba a Julianne por su nombre completo? ¿Cómo la<br />

llamaban los <strong>de</strong>más?<br />

«Julia.»<br />

—Tienes que aceptarlos.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a empujarlos hacia ella.<br />

—No, no tengo que hacerlo. Los regalos me ponen muy nerviosa

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