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El infierno de Gabriel_1

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la universidad sobre la lujuria en la obra <strong>de</strong> Dante. La lujuria era un<br />

pecado sobre el que reflexionaba a menudo y con mucho placer. De<br />

hecho, pensar en ese apetito y en las mil maneras <strong>de</strong> satisfacerlo era<br />

muy tentador. Tuvo que cerrarse la gabardina para que la levemente<br />

espectacular visión <strong>de</strong> su bragueta no atrajera miradas in<strong>de</strong>seadas.<br />

En ese momento la vio. Se <strong>de</strong>tuvo para mirar a la belleza <strong>de</strong><br />

cabello oscuro que caminaba por la otra acera.<br />

«Calamity Julianne.»<br />

Pero no estaba sola. Paul caminaba a su lado, llevando su<br />

abominación <strong>de</strong> mochila. Charlaban y reían y se los veía muy<br />

cómodos. Y, lo que era peor, iban peligrosamente juntos.<br />

«¿Así que le llevas los libros? Muy adolescente por tu parte,<br />

Paul.»<br />

Se fijó en que las manos <strong>de</strong> la pareja se rozaban al caminar y<br />

que su contacto provocaba una sonrisa en la señorita Mitchell. Él<br />

gruñó al verlo, mostrando los dientes.<br />

«¿Qué <strong>de</strong>monios ha sido eso?», se preguntó.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo un momento para calmarse y reflexionar. Apoyándose<br />

en el escaparate <strong>de</strong> una tienda <strong>de</strong> Louis Vuitton, trató <strong>de</strong> poner en<br />

or<strong>de</strong>n sus i<strong>de</strong>as. Era un ser racional. Llevaba ropa que cubría su<br />

<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z, conducía un coche y comía con servilleta, cuchillo y<br />

tenedor. Tenía un empleo bien remunerado que requería habilidad y<br />

agu<strong>de</strong>za intelectual. Controlaba sus instintos sexuales mediantes<br />

varios sistemas, todos ellos civilizados, y nunca se acostaría con una<br />

mujer en contra <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> ésta.<br />

Sin embargo, al ver a la señorita Mitchell con Paul, se había<br />

dado cuenta <strong>de</strong> que también era un animal. Un ser primitivo. Salvaje.<br />

Su instinto le había gritado que se acercara a ellos, la arrancara <strong>de</strong> los<br />

brazos <strong>de</strong> Paul y se la llevara a rastras. Quería besarla hasta <strong>de</strong>jarla<br />

sin sentido, <strong>de</strong>splazar los labios hasta su cuello y reclamarla como su<br />

única pareja.<br />

«¿Qué coño?»<br />

Se asustó ante el rumbo que estaban tomando sus<br />

pensamientos. Aparte <strong>de</strong> en un idiota y un gilipollas pomposo, se<br />

estaba convirtiendo en un nean<strong>de</strong>rtal. Ya sólo le faltaba apoyarse en<br />

los nudillos para caminar y empezar a ja<strong>de</strong>ar. ¿Qué mosca le había<br />

picado? No tenía ningún <strong>de</strong>recho a sentirse el dueño <strong>de</strong> una jovencita<br />

a la que acababa <strong>de</strong> conocer y que, por cierto, lo odiaba. Ah y que<br />

a<strong>de</strong>más era alumna suya.<br />

Tenía que irse a casa, tumbarse y respirar hondo hasta calmarse

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