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El infierno de Gabriel_1

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<strong>El</strong>la ahogó un grito al notar un cosquilleo que le empezaba en la<br />

yema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos y le subía por el brazo. Tras superar la curva <strong>de</strong>l<br />

hombro, se lanzó en picado hacia su corazón, haciendo que éste le<br />

latiera mucho más <strong>de</strong> prisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> le rozó la cabeza con la suya.<br />

—¿No habías ido nunca <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> un chico? —Cuando ella<br />

negó con la cabeza, él se echó a reír suavemente—. Pues me alegro<br />

<strong>de</strong> ser el primero.<br />

Se a<strong>de</strong>ntraron lentamente en el bosque y pronto <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> ver<br />

la casa <strong>de</strong> los Clark. A Julia le gustaba la manera en que su mano<br />

encajaba con la suya, mucho más gran<strong>de</strong>, y cómo sus largos <strong>de</strong>dos se<br />

curvaban sobre el dorso <strong>de</strong> su mano. La sujetaba con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za pero<br />

con <strong>de</strong>cisión y, <strong>de</strong> vez en cuando, le apretaba los <strong>de</strong>dos como si<br />

quisiera recordarle que seguía allí. Julia pensó que tal vez ir <strong>de</strong> la<br />

mano con alguien era siempre así, aunque no tenía experiencia y no<br />

podía comparar.<br />

Sólo había entrado en ese bosque una o dos veces<br />

anteriormente y siempre con Rachel. Si algo iba mal, probablemente<br />

se per<strong>de</strong>ría, pero apartó esos pensamientos <strong>de</strong> su mente y se<br />

concentró en la agradable sensación <strong>de</strong> ser llevada <strong>de</strong> la mano por la<br />

fuerte y cálida <strong>de</strong>l enigmático <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Antes pasaba mucho tiempo aquí —comentó él—. Es muy<br />

tranquilo. Un poco más lejos hay un huerto <strong>de</strong> manzanos abandonado.<br />

¿Te lo ha enseñado Rachel?<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró muy serio.<br />

—Estás muy callada. Pue<strong>de</strong>s hablar conmigo. Te prometo que<br />

no te mor<strong>de</strong>ré —dijo, con una <strong>de</strong> sus sonrisas características, una<br />

sonrisa que Julia había visto en las fotos <strong>de</strong> Rachel.<br />

—¿Por qué has venido a casa?<br />

Él ignoró su pregunta y siguió andando, pero le agarró la mano<br />

con más fuerza. <strong>El</strong>la le <strong>de</strong>volvió el apretón para <strong>de</strong>mostrarle que no<br />

estaba asustada. Aunque en realidad sí lo estaba.<br />

—No quería venir a casa. No en este estado. Perdí algo y llevo<br />

semanas borracho.<br />

Su honestidad la sorprendió.<br />

—Pero si has perdido algo, pue<strong>de</strong>s recuperarlo.<br />

—No. Lo he perdido para siempre —replicó él, entornando los<br />

ojos.<br />

Luego aceleró el paso y Julia tuvo que esforzarse para seguirle

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