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El infierno de Gabriel_1

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<strong>El</strong> viernes, el profesor Emerson estaba <strong>de</strong> mal humor. Llevaba<br />

casi una semana sin ver a Julianne y el miércoles había tenido que<br />

verla marcharse con Paul al acabar la clase, sin tan siquiera una<br />

mirada en su dirección. Tenía que mantenerse a distancia cuando lo<br />

que más <strong>de</strong>seaba en el mundo era tocarla y gritar a los cuatro vientos<br />

que era suya. Mientras dormía <strong>de</strong>snudo en la oscuridad, los <strong>de</strong>monios<br />

habían ido a visitarlo y lo habían torturado con pesadillas, pesadillas<br />

que sólo Julianne lograba mantener a raya con su luz; una luz más<br />

brillante que la <strong>de</strong> cualquier estrella. Una estrella <strong>de</strong> la que pronto iba<br />

a tener que prescindir.<br />

Sabía que iba a tener que confesarle sus secretos antes <strong>de</strong><br />

viajar a Florencia. Por eso le molestaba especialmente haber pasado<br />

solo la que probablemente sería su última semana juntos. Había<br />

hecho reservas para dos personas, pero no estaba muy seguro <strong>de</strong> que<br />

Julia finalmente lo acompañara. Por eso había contratado un seguro<br />

<strong>de</strong> cancelación. Temía el momento en que sus gran<strong>de</strong>s e inocentes<br />

ojos se oscurecieran y le dijeran que no era digno <strong>de</strong> ella. Pero por<br />

mucho que lo temiera, no iba a permitir que le entregara su inocencia<br />

a un <strong>de</strong>monio sin conocer todos los datos. No sería Cupido ni<br />

permitiría que ella fuera su Psique.<br />

Eso sí sería auténticamente <strong>de</strong>moníaco.<br />

Por consiguiente, cuando el viernes por la noche ella fue a cenar<br />

a su casa, la recibió con frialdad, le dio un fraternal beso en la frente y<br />

se hizo a un lado, indicándole que pasara.<br />

«Abandonad toda esperanza», pensó.<br />

Julia se dio cuenta en seguida <strong>de</strong> que algo iba mal y no sólo por<br />

las notas <strong>de</strong> Madama Butterfly que le llegaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el salón.<br />

Normalmente, <strong>Gabriel</strong> la recibía con un abrazo y varios besos<br />

apasionados antes <strong>de</strong> ayudarla a quitarse el abrigo. Pero esta vez<br />

permanecía inmóvil, esperando a que ella hablara, sin apenas mirarla.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? —Julia le tocó la mejilla—. ¿Pasa algo?<br />

—No —mintió él, apartando la cara—. ¿Te sirvo una copa?<br />

Resistiendo el impulso <strong>de</strong> insistir, le pidió una copa <strong>de</strong> vino.<br />

Esperaba que estuviera más hablador durante la cena.<br />

Pero no fue así. Le sirvió la cena en silencio y, cuando Julia trató<br />

<strong>de</strong> sacar algún tema <strong>de</strong> conversación mientras comían el rosbif,

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