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El infierno de Gabriel_1

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Tras darle un beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida en la coronilla, se dirigió hacia<br />

el vestíbulo.<br />

—Prométeme que no te marcharás antes <strong>de</strong> que vuelva.<br />

—Te lo prometo.<br />

Julia se preguntó si realmente estaba tan preocupado como<br />

parecía.<br />

Recordó lo sucedido en el aula <strong>de</strong>l seminario y luego en su<br />

<strong>de</strong>spacho. Se preguntó si sería la falta <strong>de</strong> comida lo que había hecho<br />

que se <strong>de</strong>svaneciera o si habrían sido los besos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. No sería<br />

la primera vez que la afectaba <strong>de</strong> esa manera.<br />

Cerró los ojos un segundo mientras el fuego ardía en la<br />

chimenea y se quedó profundamente dormida.<br />

<strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> una voz femenina, apasionada y cargada <strong>de</strong><br />

sentimiento, flotaba en el aire. Julia reconoció la canción antes <strong>de</strong> abrir<br />

los ojos. Era Edith Piaf y su Non, je ne regrette rien. Una excelente<br />

elección.<br />

Al abrir los ojos, se encontró con que <strong>Gabriel</strong> la estaba<br />

contemplando con una sonrisa. Parecía un ángel caído. Un ángel <strong>de</strong><br />

pelo oscuro, una boca hecha para pecar y unos ojos azules y<br />

penetrantes. Se había cambiado <strong>de</strong> ropa. Llevaba pantalones negros y<br />

camisa negra, con las mangas remangadas, <strong>de</strong>jando a la vista unos<br />

po<strong>de</strong>rosos antebrazos.<br />

—¿Julianne? —La invitó a acompañarlo, ofreciéndole la mano.<br />

<strong>El</strong>la se la cogió y él la guió hasta el comedor, don<strong>de</strong> había<br />

puesto la mesa. Julia se fijó en el mantel <strong>de</strong> hilo blanco y los<br />

can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> plata. En la vajilla <strong>de</strong> porcelana, las copas <strong>de</strong> cristal, la<br />

cubertería <strong>de</strong> plata y lo que parecía ser una botella <strong>de</strong> champán<br />

francés.<br />

«Veuve Clicquot Ponsardin vintage 2002», leyó en la etiqueta.<br />

—¿Te gusta? —le preguntó <strong>Gabriel</strong> a su espalda, acariciándole<br />

los brazos.<br />

—Es precioso —susurró ella, observando la botella con<br />

<strong>de</strong>sconfianza.<br />

—Permíteme. —<strong>Gabriel</strong> le separó la silla y, cuando ella se sentó,<br />

le dio la servilleta—. He hecho un segundo intento con las flores. Por<br />

favor, no las <strong>de</strong>stroces como las otras —dijo, sonriendo irónicamente y<br />

señalando el ramo <strong>de</strong> jacintos lila que había colocado en un jarrón<br />

alto, <strong>de</strong> estilo mo<strong>de</strong>rno—. Si te portas bien, te <strong>de</strong>jaré leer la tarjeta<br />

—añadió, sirviéndole una copa <strong>de</strong> champán. Sin esperar a ver cómo lo<br />

probaba, regresó a la cocina.

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