La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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CAPITULO V<br />
ALGUNOS EPISODIOS VIVIDOS.<br />
Para hacer comprender mejor el carácter particular de esta época ilustraré el<br />
relato con algunas anécdotas personales.<br />
A fin de 1917, en Petrogrado, dos o tres obreros de la antigua destilería de<br />
petróleo Nóbel, que empleaba unos cuatro mil obreros, se presentaron en nuestra<br />
Unión para relatarnos lo que sigue:<br />
Habiendo sido abandonada la fábrica por los propietarios, los obreros habían<br />
decidido, después de múltiples reuniones y discusiones, ponerla en actividad<br />
colectivamente. Empezaron a hacer gestiones, y para ello se dirigieron, entre otros, a<br />
su gobierno bolchevique, pidiéndole ayuda para realizar el proyecto.<br />
El Comisariado del Pueblo del Trabajo les declaró que, desgraciadamente, nada<br />
podía hacer en ese momento; no podía procurarles ni combustible, ni materias primas,<br />
ni pedidos de clientes, ni medios de transporte, ni fondos de explotación. Como<br />
consuelo, se les declaró que el 90 por 100 de las usinas se hallaban en el mismo caso y<br />
que el gobierno tomaría prontas medidas generales para la reanudación de sus<br />
actividades.<br />
Los obreros se dispusieron entonces a hacer trabajar la destilería por sus propios<br />
medios, esperando hallar lo necesario para continuar la producción y asegurar un<br />
mercado suficiente.<br />
Pero el comité obrero de la industria fue advertido por el Comisariado de que,<br />
habiendo un gran número de empresas en situación análoga, el gobierno había decidido<br />
cerrar todos estos establecimientos, despedir a los obreros, pagándoles dos o tres<br />
meses de salarios, y esperar tiempos mejores.<br />
Los obreros de la Nóbel mostraron su desacuerdo; querían continuar el trabajo y<br />
la producción, y estaban seguros de conseguirlo. Así lo hicieron saber al gobierno, y<br />
éste dio su negativa categórica, declarando que, en tanto gobierno dirigente del<br />
conjunto del país y responsable ante él, no podía admitir que cada fábrica actuase a su<br />
capricho, lo que conduciría a un caos inextricable; que estaba obligado, por sus<br />
funciones, a tomar medidas generales, y que para las empresas en la misma situación<br />
que la Nóbel la medida no podía ser sino el cierre.<br />
Reunidos en asamblea general, los obreros rechazaron la decisión del gobierno.<br />
Entonces, éste les propuso otra nueva reunión general, en la que sus representantes<br />
explicarían definitivamente el verdadero sentido de la medida y la necesidad de su<br />
aplicación general.<br />
Se aceptó este expediente, y por eso algunos de los obreros vinieron a nuestra<br />
Unión para explicarnos el conflicto y pedirnos el envío a la reunión de un orador que<br />
expusiera el criterio de los anarquistas. (Entonces, esto era posible todavía.) Los<br />
trabajadores de la fábrica, nos decían, quedarían contentos de conocer nuestra opinión<br />
y poder comparar las dos tesis y elegir, en consecuencia, la mejor para practicarla.<br />
Fui nombrado delegado y llegué el primero a un inmenso taller, en que se hallaba<br />
la mayoría de los obreros. En una plataforma levantada al medio, los miembros del<br />
comité se hallaban reunidos alrededor de una mesa, esperando la llegada de los<br />
representantes del gobierno. <strong>La</strong> actitud de la concurrencia era grave, reservada. Subí a<br />
la plataforma. Pronto llegaron, muy solemnes y muy oficialmente, con las carpetas<br />
flamantes bajo el brazo, los representantes del gobierno, tres o cuatro, con el mismo<br />
Shliapnikov, entonces Comisario del Pueblo del Trabajo, a la cabeza, que fue el primero<br />
en hablar.<br />
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