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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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CAPITULO IV<br />

¿HACIA UN GOBIERNO SOCIALISTA?<br />

LA MISERIA DEL SOCIALISMO.<br />

El primer gobierno provisional, esencialmente burgués, quedó, pues, reducido a<br />

una impotencia manifiesta, ridícula y mortal. El pobre hacía lo que podía para<br />

mantenerse: daba vueltas, se contradecía, se arrastraba. Esperando, arrastraba<br />

también los problemas más candentes. <strong>La</strong> crítica y la cólera general contra este<br />

gobierno fantasma adquirían, día a día, más amplitud. Muy pronto la existencia se le<br />

tornó imposible. Apenas sesenta días después de su solemne instalación debió ceder su<br />

puesto sin lucha, el 6 de mayo, a un gobierno de coalición, con participación socialista,<br />

y cuyo miembro más influyente era Alexandr Kerenski, socialista revolucionario muy<br />

moderado, más bien independiente.<br />

Este gobierno social-burgués, ¿podía esperar mejores resultados? Ciertamente no,<br />

pues las condiciones de su existencia y la debilidad de su acción debían ser fatalmente<br />

las mismas que las del primer gobierno provisional. Obligado a apoyarse sobre la<br />

burguesía impotente, forzado a continuar la guerra, incapaz de aportar una solución<br />

real a los problemas cada vez más urgentes, atacado con vigor por las avanzadas y<br />

debatiéndose entre constantes dificultades de todo orden, este segundo gobierno<br />

provisional desapareció sin gloria, lo mismo que el anterior y aproximadamente en el<br />

mismo plazo, el 2 de julio , para ceder su plaza a un tercer gobierno no menos<br />

provisorio, compuesto esencialmente de socialistas con algunos elementos burgueses.<br />

Es entonces cuando Kerenski, jefe supremo de este tercer y luego de un cuarto<br />

gobierno, casi semejante al anterior, se transformaba por algún tiempo en conductor, y<br />

el Partido Socialista <strong>Revolucion</strong>ario, en estrecha colaboración con los mencheviques,<br />

pareció erigirlo definitivamente como jefe de la revolución. Un paso más y el país habría<br />

tenido un gobierno socialista capaz de apoyarse sobre fuerzas efectivas: el<br />

campesinado, la masa obrera, una gran parte de los intelectuales, los soviets y el<br />

ejército. Sin embargo, no sucedió así.<br />

Al llegar al poder, el último gobierno de Kerenski parecía muy fuerte. Y, en efecto,<br />

podía llegar a serlo.<br />

Kerenski, abogado y diputado de tendencia socialista, gozaba de gran popularidad,<br />

incluso en grandes masas y en el ejército. Sus discursos en la Duma, en vísperas de la<br />

revolución, habían tenido un éxito resonante. Su llegada al poder suscitó inmensas<br />

esperanzas en el país; podía apoyarse sin reservas en los soviets, en toda la clase<br />

trabajadora, pues en ese momento los delegados socialistas constituían una aplastante<br />

mayoría, y los soviets se encontraban en manos de los socialistas revolucionarios de<br />

derecha y de los socialdemócratas mencheviques.<br />

En las primeras semanas del ministerio Kerenski era peligroso criticar a éste en<br />

público; tal era la confianza que le había otorgado el país. Algunos agitadores de<br />

extrema izquierda lo sintieron en carne propia al querer hablar contra Kerenski en las<br />

plazas públicas; sufrieron hasta linchamientos. Para aprovechar estas indudables<br />

ventajas era necesario que Kerenski demostrase con actos una sola condición, la<br />

preconizada por Danton: ¡Audacia, más audacia y siempre audacia! Precisamente era la<br />

cualidad que le faltaba.<br />

<strong>La</strong> audacia significaba para él: 1.º, el abandono inmediato de la guerra del modo<br />

que él debía arbitrar; 2.º, la ruptura decisiva con el régimen capitalista y burgués, con<br />

formación, pues, de un gobierno enteramente socialista; 3.º, la orientación inmediata<br />

de toda la vida económica y social hacia un sistema francamente socialista.<br />

Todo eso era perfectamente lógico para un gobierno de tendencia socialista, con<br />

mayoría socialista y un jefe socialista… ¡Pues no! Como siempre y en todas partes, los<br />

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