La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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A fines de febrero, era absoluta y definitivamente imposible, tanto material como<br />
moralmente, continuar la guerra. A la población laboriosa le era igualmente imposible<br />
procurarse víveres.<br />
El zarismo se desentendía de todo. Obcecadamente se obstinaba en hacer girar la<br />
vieja máquina, completamente descompuesta. Y a guisa de remedio recurría, como<br />
siempre, a la represión, a la violencia contra los hombres activos o los militantes de los<br />
partidos políticos.<br />
<strong>La</strong> imposibilidad de continuar la guerra, el hambre y la estupidez del Zar, hicieron<br />
estallar la revolución dos años y medio después del «gran entusiasmo».<br />
El 24 de febrero comenzaron los tumultos en Petrogrado. Provocados sobre todo<br />
por la falta de víveres, no parecía que fueran a agravarse. Pero al día siguiente, 25 de<br />
febrero de 1917 (calendario antiguo), los acontecimientos recrudecieron; los obreros de<br />
la capital, sintiéndose solidarios con el país entero, en extrema agitación desde<br />
semanas, hambrientos, sin pan siquiera, se lanzaron a las calles y se negaron a<br />
dispersarse.<br />
Este primer día, sin embargo, las manifestaciones se mantuvieron prudentes e<br />
inofensivas. En masas compactas, los obreros, con sus mujeres e hijos, llenaban las<br />
calles y gritaban: «¡Pan! ¡Pan! ¡No tenemos qué comer! ¡Que se nos alimente o que se<br />
nos fusile a todos! ¡Nuestros hijos mueren de hambre! ¡Pan! ¡Pan!»<br />
El gobierno imprudente, envió contra los manifestantes policía, destacamentos de<br />
tropas a caballo y cosacos. Pero había pocas tropas en Petrogrado, salvo los reservistas<br />
poco seguros. Además, los obreros no se amedrentaron y ofrecían a los soldados sus<br />
pechos; tomaban a sus hijos en brazos y gritaban: «¡Matadnos, si queréis! ¡Más vale<br />
morir de un balazo que de hambre!...» Los soldados, con la sonrisa en los labios,<br />
trotaban prudentemente entre la muchedumbre, sin usar sus armas, sin escuchar las<br />
ordenes de los oficiales, que tampoco insistían. En algunos lugares los soldados<br />
confraternizaban con los obreros, llegando hasta entregarles sus fusiles, apearse y<br />
mezclarse con el pueblo. Esta actitud de las tropas envalentonaba a las masas. No<br />
obstante, en ciertos puntos la policía y los cosacos cargaron contra grupos de<br />
manifestantes con banderas rojas. Hubo muertos y heridos.<br />
En los cuarteles de la capital y de los suburbios los regimientos de guarnición<br />
titubeaban aún en sumarse a la revolución. El gobierno vacilaba también en mandarlos<br />
a combatirla.<br />
El 26 de febrero a la mañana, el gobierno decretó la disolución de la Duma. Fue<br />
como la señal, que todos parecían esperar, para la acción decisiva. <strong>La</strong> novedad,<br />
conocida en todas partes en seguida, estimuló a la lucha; las manifestaciones se<br />
transformaron revolucionariamente. «¡Abajo el zarismo! ¡Abajo la guerra! ¡Viva la<br />
Revolución!», eran los gritos que enardecían a la muchedumbre, que adoptaba<br />
sucesivamente una actitud cada vez más decidida y amenazante. Se comenzó a atacar<br />
a la policía; muchos edificios administrativos fueron incendiados, entre ellos el Palacio<br />
de Justicia. <strong>La</strong>s calles se interceptaron con barricadas y pronto aparecieron numerosas<br />
banderas rojas. Los soldados seguían en su neutralidad benévola, pero se mezclaban<br />
cada vez más con la muchedumbre. El gobierno podía contar cada vez menos con ellos.<br />
<strong>La</strong>nzó entonces contra los rebeldes todas las fuerzas policiales de la capital. Los<br />
policías formaron deprisa destacamentos de ataque en masa: instalaron ametralladoras<br />
en los tejados de las casas y de algunas iglesias, ocupando todos los puntos<br />
estratégicos, Luego comenzaron una ofensiva general contra las masas sublevadas.<br />
<strong>La</strong> lucha fue encarnizada durante todo el 26 de febrero. En muchas partes la<br />
policía fue desalojada, sus agentes muertos y sus ametralladoras silenciadas. Pero, a<br />
pesar de todo, ella resistía con tenacidad.<br />
El Zar, a la sazón en el frente, fue prevenido telegráficamente de la gravedad de<br />
los acontecimientos. En la espera, la Duma decidió declararse en sesión permanente y<br />
no ceder a las tentativas de su disolución.<br />
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