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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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en numerosas revueltas locales contra tal o cual señor demasiado despótico. En el siglo<br />

XVII, la sublevación de Razin, y en el XVIII la de Pugachev, por su extensión, aunque<br />

fracasaron, causaron graves trastornos al gobierno zarista y casi quebraron todo su<br />

sistema. Ambos movimientos, espontáneos y sin finalidad, fueron dirigidos, sobre todo,<br />

contra los enemigos inmediatos: la nobleza terrateniente, la aristocracia urbana y la<br />

administración venal. No fue formulada ninguna idea general para suprimir el sistema<br />

social y reemplazarlo por otro más justo y humano. Más adelante el gobierno consiguió,<br />

empleando astucia y violencia, con ayuda del clero y otros elementos reaccionarios,<br />

subyugar a los campesinos de manera completa, incluso psicológicamente, de tal forma<br />

que toda rebelión más o menos vasta resultó por mucho tiempo casi imposible.<br />

Primer movimiento francamente revolucionario. Los decembristas (1825):<br />

Fue dirigido contra el régimen, y su programa iba, en lo social, hasta la abolición<br />

de la servidumbre, y en lo político, a la instauración de una república o un régimen<br />

constitucional; se produjo cuando el emperador Alejandro I murió sin dejar heredero<br />

directo. <strong>La</strong> corona, rechazada por su hermano Constantino, pasó al otro hermano,<br />

Nicolás. El movimiento no surgió de las clases oprimidas, sino de los ambientes<br />

privilegiados. Los conspiradores, aprovechando los titubeos de la monarquía, ejecutaron<br />

sus proyectos, preparados desde hacía tiempo, y arrastraron a la rebelión, que estalló<br />

en San Petersburgo, a algunos regimientos de la capital y a oficiales del ejército<br />

imperial. Fue desbaratada tras un breve combate en la plaza del Senado entre los<br />

insurrectos y las tropas fieles al gobierno. Algunas tentativas preparadas en provincias<br />

fueron ahogadas antes de nacer.<br />

El nuevo Zar, Nicolás I, muy impresionado por la rebelión, dirigió en persona la<br />

investigación, que fue lo más minuciosa posible. Se indagó, se registró, hasta descubrir<br />

a los más lejanos y platónicos simpatizantes del movimiento. <strong>La</strong> represión, en su deseo<br />

de ser ejemplar, definitiva, llegó hasta la crueldad. Los cinco principales cabecillas<br />

perecieron en el patíbulo; centenares de hombres fueron a presidio o huyeron al exilio.<br />

Este motín del mes de diciembre dio a sus realizadores el nombre de<br />

decembristas. Casi todos pertenecían a la nobleza o a otras clases privilegiadas. <strong>La</strong><br />

mayoría había recibido educación e instrucción superiores. Hombres de inteligencia y<br />

sensibles, sufrían de ver al pueblo bajo un régimen de injusticia y arbitrariedad, en la<br />

miseria, la ignorancia y la esclavitud. Hicieron suyas las protestas de sus precursores<br />

del siglo XVIII y las tradujeron en actos. Lo que proporcionó a algunos el ímpetu<br />

indispensable fue su residencia en Francia, después de la guerra de 1812, y la<br />

posibilidad de comparar así el nivel relativamente alto de la civilización en Europa<br />

occidental con la barbarie de la vida popular rusa. Regresaron a su país con la firme<br />

decisión de luchar contra el sistema político y social atrasado que oprimía a sus<br />

compatriotas. Atrajeron a su causa a hombres de cultura. Uno de sus adictos, Pestel,<br />

desarrolló en su programa algunas ideas vagamente socialistas. El célebre poeta<br />

Pushkin (nacido en 1799) también fue un simpatizante.<br />

Una vez vencida la rebelión, el nuevo emperador Nicolás I, amedrentado, extremó<br />

el régimen despótico, burocrático y policial del Estado ruso.<br />

<strong>La</strong> leyenda del Zar. <strong>La</strong> paradoja rusa:<br />

Los motines de los campesinos contra sus amos y opresores no impedían la<br />

veneración ciega por el padrecito Zar. Aquéllos se dirigían siempre contra los opresores<br />

inmediatos: propietarios, nobles, funcionarios, policía. <strong>La</strong> idea de buscar el fondo del<br />

mal en el mismo régimen zarista, en el Zar, el primer noble y primer privilegiado, gran<br />

protector de nobles y privilegiados, no se les ocurrió a los campesinos. Consideraban al<br />

Zar como un ídolo, un ser superior, puesto por encima de los simples mortales, de sus<br />

pequeños intereses y debilidades, para conducir a buen puerto los graves destinos del<br />

Estado. <strong>La</strong>s autoridades, los funcionarios y, sobre todo, los curas eran los encargados<br />

de inculcar esta idea; los campesinos acabaron por aceptar esta leyenda, hecha más<br />

tarde inconmovible. «El Zar –se decían- no quería para sus hijos más que el bien; pero<br />

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