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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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Con tono seco y oficial repitió los términos de la decisión y explicó los motivos que<br />

obligaban al gobierno a tomarla. Concluyó afirmando que el acuerdo era irrevocable, sin<br />

apelación, y que si los obreros se opusieran a él cometerían un acto de indisciplina<br />

cuyas consecuencias podrían ser graves para el país y para ellos mismos.<br />

Silencio glacial acogió su discurso, excepto algunos aplausos bolcheviques.<br />

El presidente declaró que ciertos obreros de la fábrica deseaban conocer también<br />

la opinión de los anarquistas, y que hallándose presente un representante de la Unión<br />

Anarcosindicalista, le daba la palabra.<br />

Me levanté. Los miembros del gobierno, estupefactos, ya que no esperaban esta<br />

intervención, me miraban con no disimulada curiosidad, mezclada de ironía, inquietud y<br />

despecho.<br />

Lo que sucedió enseguida quedó fielmente grabado en mi memoria, pues fue<br />

típico, sugestivo y alentador para mis convicciones.<br />

Yo dije más o menos:<br />

«Camaradas: Trabajáis desde hace años aquí y queréis continuar ahora vuestro<br />

trabajo libre. Es vuestro perfecto derecho y es quizá hasta vuestro deber. En todo caso,<br />

el deber evidente del gobierno (que se dice vuestro) consiste en facilitaros la tarea y<br />

sosteneros en vuestra resolución. Pero el gobierno acaba de repetiros que se ve en la<br />

impotencia de hacerlo y que, por tal razón, cerrará la fábrica y os despedirá, a pesar de<br />

vuestra decisión y de vuestros intereses. Declaro, en nombre de la Unión<br />

Anarcosindicalista, que la impotencia del gobierno (que se dice vuestro) no es una<br />

razón para privaros de vuestro pan ganado con vuestro esfuerzo.»<br />

Una salva de aplausos me interrumpió.<br />

«Al contrario, estos hombres (y los señale), llámense gobierno o de otro modo,<br />

deberían felicitaros por vuestra iniciativa, estimularos y decir como nosotros. Vista la<br />

impotencia de las autoridades, no os queda sino un recurso. Arreglaros por vosotros<br />

mismos con vuestros propios medios. Vuestro gobierno debería deciros que hará todo lo<br />

posible para ayudaros tan pronto pueda. Yo no soy miembro del gobierno, ni quiero<br />

serlo, porque ningún gobierno, ya lo veis, es capaz de hacer lo necesario por vosotros<br />

ni organizar la vida en general. Agregaré algo más. Yo os planteo: ¿tenéis las fuerzas y<br />

los medios para intentar la reanudación del trabajo? ¿Podéis triunfar en vuestra<br />

iniciativa? ¿Podríais crear en vuestro seno pequeños organismos móviles y activos para<br />

procurar combustible, unos; las materias primas, otros; y otros aún para la expedición<br />

de los pedidos de la clientela y todo lo demás? Todo depende de esto, camaradas. Si<br />

podéis hacer todo esto con éxito, intentadlo, y vuestro gobierno no verá inconveniente<br />

alguno, sino todo lo contrario. Nosotros, anarquistas, estamos seguros de que los<br />

obreros mismos, contando con variadas relaciones en todo el país y conociendo a fondo<br />

los elementos esenciales de su trabajo, sabrán resolver el problema más sencilla y<br />

rápidamente que el gobierno. Siendo vosotros cuatro mil, el asunto es más fácil.<br />

Estimamos, pues, que debéis crear grupos móviles de hombres capaces, por sus<br />

relaciones, sus conocimientos y sus aptitudes, de obrar enérgica y eficazmente.<br />

Terminada su tarea, estos organismos dejarían sus funciones, y sus miembros volverían<br />

a su trabajo en la fábrica. ¿Qué opináis?»<br />

Aplausos unánimes y prolongados me contestaron. Varias voces clamaban:<br />

«-¡Sí, sí! ¡Eso es lo justo! Ya hemos preparado todo lo necesario. Podemos<br />

continuar. Hace algunas semanas que nos preocupamos del problema…<br />

-Atención, camaradas –añadí-: no tenéis combustible, y el gobierno renuncia a<br />

suministrarlo. Sin combustible la destilería no puede marchar. ¿Podéis vosotros mismos<br />

obtenerlo?<br />

-Sí, sí –exclamaban-. Ya somos quince organizados y dispuestos a trasladarnos a<br />

cierta región, en la que cada uno, entre sus relaciones, encontrará el combustible que<br />

necesitamos.<br />

-¿Y para traer aquí el combustible?<br />

-No hay dificultad. Conocemos muy bien a la clientela y nos será fácil.<br />

<strong>La</strong>ncé una mirada sobre Shliapnikov y sus compañeros, que dirigían miradas<br />

iracundas y golpeaban la mesa con los dedos.<br />

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