La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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<strong>La</strong> mayoría del Comité Central del Partido Comunista se pronunció al principio a<br />
favor de la primera solución. Pero Lenin tuvo temor de esta osada decisión. Como<br />
verdadero dictador, él no tenía confianza alguna en una acción de las masas no<br />
conducidas por jefes y políticos, mediante órdenes formales y maquinaciones de<br />
bambalinas. Invocaba el peligro de muerte para la Revolución si la paz ofrecida por los<br />
alemanes fuera rechazada. Y proclamaba la necesidad de una tregua que permitiera la<br />
creación de un ejército regular.<br />
Por primera vez desde la Revolución, desafiaría la opinión de las masas y aun la<br />
de sus propios camaradas. Amenazó a éstos con declinar toda responsabilidad por las<br />
consecuencias y retirarse de inmediato si su voluntad no fuera aceptada. Sus<br />
camaradas temieron, a su vez, perder al gran jefe de la revolución, y cedieron. <strong>La</strong><br />
opinión de las masas fue deliberadamente pisoteada. <strong>La</strong> paz fue firmada.<br />
Así, por vez primera, la dictadura del proletariado se impuso sobre el proletariado.<br />
Por primera vez, el poder bolchevique logró aterrorizar a las masas, sustituir por la<br />
propia la voluntad de éstas, obrar por su sola cuenta, haciendo caso omiso de toda otra<br />
omisión.<br />
<strong>La</strong> paz de Brest-Litovsk fue impuesta al pueblo laborioso por el gobierno<br />
bolchevique. El pueblo pensaba terminar la guerra de manera bien distinta. Pero el<br />
gobierno se encargó de arreglarlo todo. Precipitó las cosas, forzó los acontecimientos y<br />
así dificultó la resistencia de las masas. Llegó a hacerlas callar, a conseguir su<br />
obediencia, su forzada pasividad.<br />
Recuerdo haber encontrado incidentalmente, en esas afiebradas horas, al conocido<br />
bolchevique N. Bujarin (ejecutado más tarde, por los famosos procesos de Moscú). Lo<br />
había conocido en Nueva York y hasta entonces no nos habíamos vuelto a ver en Rusia.<br />
Al pasar rápidamente por un corredor del Smolny (sede entonces del gobierno<br />
bolchevique en Petrogrado), adonde había acudido por un asunto relativo a nuestra<br />
organización, noté a Bujarin en tren de discutir con calor en un rincón del corredor,<br />
entre un grupo de bolcheviques. Me reconoció y me hizo señas de aproximarme.<br />
Apenas me acerqué, sin preámbulos, en el colmo de la emoción, empezó a lamentarse<br />
de la actitud de Lenin en la cuestión de la paz. Deploraba encontrarse en completo<br />
desacuerdo con Lenin. Subrayó que, sobre este punto, estaba enteramente de acuerdo<br />
con los S. R. de I., los anarquistas y las masas en general. Y afirmaba, con terror, que<br />
Lenin no quería escuchar a nadie y que «nada le importaba la opinión de los demás»,<br />
que «trataba de imponer su voluntad y su error a todo el mundo y aterrorizaba al<br />
partido, amenazando abandonar el poder». Según Bujarin, el error de Lenin era fatal<br />
para la Revolución. Y esto era lo que le espantaba.<br />
-Pero –le dije- si está en desacuerdo con Lenin no tiene más que expresarlo e<br />
insistir. Tanto más cuanto que no está solo. Y aunque lo estuviese, usted tiene,<br />
supongo, el mismo derecho que Lenin de tener una opinión, de hacerla valer,<br />
defenderla y propagarla.<br />
-¡Oh –cortó él-, ni piense en ello! ¿Se imagina lo que eso significa: luchar contra<br />
Lenin? Sería terrible. Ello acarrearía automáticamente mi exclusión del partido.<br />
Significaría una revuelta contra nuestro entero pasado, nuestra disciplina y los<br />
camaradas de lucha. Me vería en la necesidad de provocar una escisión en el partido,<br />
arrastrar conmigo a otros refractarios, crear un partido aparte para luchar contra el de<br />
Lenin. Vamos, mi viejo; usted me conoce bastante: ¿soy yo hombre de convertirme en<br />
jefe de partido y declarar la guerra a Lenin y al partido bolchevique? ¡No, no nos<br />
engañemos! Yo no tengo pasta de jefe. Y aun si la tuviera… No, no; yo no puedo, no<br />
puedo hacer eso.<br />
Estaba muy emocionado: Se llevó las manos a la cabeza, a punto de llorar.<br />
Apurado como estaba y sintiendo la inutilidad de prolongar la conversación, le<br />
abandoné a su desesperación.<br />
Como se sabe, él se adhirió más tarde, tal vez sólo en apariencia, a la tesis de<br />
Lenin.<br />
Tal fue la primera diferencia seria entre el nuevo gobierno y el pueblo gobernado.<br />
Y se resolvió en ventaja del poder, que se impuso.<br />
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