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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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CAPITULO VI<br />

UN EPISODIO VIVIDO.<br />

Permítase referir aquí mi caso personal, menos trágico, pero que pone bien de<br />

relieve ciertos procedimientos del bolchevismo dignos de ser inscritos entre las grandes<br />

hazañas del comunismo estatista. Pues este caso está bien lejos de ser el único, en la<br />

época de que hablo. (Después, su reproducción no fue ya posible en un país<br />

enteramente sometido a sus nuevos amos.)<br />

En noviembre de 1918 yo llegue a la ciudad de Kursk, en los confines de Ucrania,<br />

para asistir a un congreso de libertarios de la región. En esa época era aún posible tal<br />

congreso en la vecindad de Ucrania, a causa del estado de la región en lucha contra la<br />

reacción y la invasión austro-alemana. Los bolcheviques toleraban allí a los anarquistas,<br />

por serles útiles y sin dejar de vigilarlos.<br />

Desde el comienzo de la Revolución, la población laboriosa de Kursk no había<br />

escuchado todavía una conferencia sobre anarquismo, por no disponer el pequeño<br />

grupo local de lo necesario y estar por lo general ocupados en otros lugares los poco<br />

numerosos oradores. Aprovechando mi presencia, el grupo me propuso realizar una<br />

conferencia sobre el anarquismo en un gran local de la ciudad. Acepté con alegría<br />

naturalmente.<br />

Era menester pedir autorización al presidente del soviet local. Este, ex obrero, nos<br />

la concedió sin dificultad. Obtenido el precioso documento, se contrató la sala dos<br />

semanas antes para una noche de la semana de Navidad. Se hizo confeccionar grandes<br />

y hermosos carteles y pocos días antes se fijaron en las paredes. Todo estaba listo. <strong>La</strong><br />

conferencia prometía ser un gran éxito. Ciertos indicios: el creciente rumor público, los<br />

frecuentes grupos formados ante los carteles, los pedidos de informe en el local del<br />

grupo anarquista, etc., no dejaban lugar a duda. <strong>La</strong> gran sala resultaría excesivamente<br />

insuficiente. Poco habituados a semejantes éxitos (ya por esa época en la Gran Rusia<br />

no era posible una conferencia pública sobre anarquismo), experimentamos legítima<br />

satisfacción.<br />

Dos días antes de la fecha fijada, el secretario de nuestro grupo vino a verme,<br />

conmovido e indignado: acababa de recibir una nota del presidente del Comité<br />

bolchevique de Kursk (el verdadero poder) informándole que, a causa de los días de<br />

fiesta, la conferencia anarquista no podía realizarse, de lo que había sido notificado el<br />

responsable de la sala, la cual estaba reservada ahora para el Comité para un baile<br />

popular.<br />

Me precipité a la sede del Comité comunista, donde tuve una explicación<br />

borrascosa con el presidente, llamado, si no recuerdo mal, Ryndich o Ryndini.<br />

«-¡Cómo! –le dije-. Usted, comunista, ¿no respeta el derecho de prioridad? Hemos<br />

obtenido la autorización del soviet y contratado la sala con dos semanas de<br />

anticipación, precisamente para estar bien seguros. Al Comité no le queda sino esperar<br />

turno.<br />

-Lo lamento, camarada; pero la decisión del Comité, que es, no lo olvide, el poder<br />

supremo y, como tal, puede tener razones que usted ignora y que priman sobre todo,<br />

es irrevocable. Ni el presidente del soviet ni el responsable de la sala podían saber<br />

anticipadamente que el Comité necesitaría la sala en esa fecha precisamente. Por lo<br />

demás, es absolutamente inútil discutir o insistir. Se lo repito: es cosa irrevocable; la<br />

conferencia no se realizará… O si no, háganla en otra sala o para otra fecha.<br />

-Usted bien sabe que no es posible arreglar eso en dos días. Además, no hay otra<br />

sala de esa capacidad. Y todas han de estar ya comprometidas. <strong>La</strong> conferencia ha sido<br />

frustrada, eso es lo cierto.<br />

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