La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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CAPITULO IV<br />
ALGUNAS CONSIDERACIONES.<br />
Naturalmente, las masas populares no podían penetrar todas las sutilezas de estas<br />
diversas interpretaciones. Imposible les era –aun cuando entraran a menudo en<br />
contacto con nuestras ideas- comprender el alcance real de las diferencias en cuestión.<br />
Los trabajadores rusos eran los menos habituados a las cosas de la política y no podían<br />
advertir el maquiavelismo ni el peligro de la interpretación bolchevique.<br />
Recuerdo los esfuerzos desesperados que desplegué para prevenirlos, en tanto me<br />
fue posible, oralmente y por escrito, del peligro inminente para la verdadera revolución<br />
en caso de permitirse al partido bolchevique instalarse sólidamente en el poder. Por<br />
mucho que insistiera, las masas no comprendían el peligro. Cuántas veces se me<br />
objetó: «Te comprendemos bien, camarada. Y, por lo demás, no estamos demasiado<br />
confiados. Estamos de acuerdo en que hay que estar alerta, no creer ciegamente y<br />
conservar en el fondo una prudente desconfianza. Pero, hasta ahora, los bolcheviques<br />
no nos han traicionado; marchan decididamente con nosotros, son amigos nuestros,<br />
nos ayudan y afirman que, llegados al poder, podrán hacer triunfar cómodamente<br />
nuestras aspiraciones. Esto nos parece cierto. ¿Por qué hemos de rechazarlos, pues?<br />
Ayudémosles a conquistar el poder y luego veremos.»<br />
Por más que afirmara yo que jamás podrían realizarse los fines de la Revolución<br />
social mediante un poder político; por más que repitiera que, una vez organizado y<br />
armado el poder bolchevique, con todo revelarse fatalmente impotente como los<br />
anteriores, sería infinitamente más que éstos peligroso para los trabajadores y más<br />
difícil de abatir, se me respondía invariablemente: «Somos nosotros, camarada, los que<br />
hemos derribado al zarismo y al gobierno burgués. Somos nosotros los que estamos<br />
prestos a derribar a Kerenski. Y bien: si tú tienes razón, si los bolcheviques cometen la<br />
infamia de traicionarnos, de no mantener sus promesas, los derribaremos como a los<br />
otros. Y entonces marcharemos definitiva y únicamente con nuestros amigos los<br />
anarquistas.»<br />
Pero por más que yo afirmara que, por tales y cuales razones, el Estado<br />
bolchevique sería mucho más difícil que derribar, no se me quería, no se me podía<br />
creer. No hay que extrañarse de ello, pues aun en países habituados a los métodos<br />
políticos y donde (como en Francia) se está más o menos asqueado de ellos, las masas<br />
laboriosas, y hasta los intelectuales, aun deseando la revolución, no logran tampoco<br />
comprender que la instalación en el poder de un partido político, aunque sea de<br />
extrema izquierda, y la edificación de un Estado, cualquiera sea su etiqueta, rematarán<br />
en la muerte de la revolución. ¿Podía ser diversamente en un país como Rusia, sin la<br />
menor experiencia política?<br />
Al volver en sus naves de guerra de Petrogrado a Kronstadt, después de la victoria<br />
de octubre de 1917, los marineros revolucionarios pronto entablaron discusión sobre el<br />
peligro que podría resultar de la existencia misma del Consejo de Comisarios del Pueblo<br />
en el poder. Algunos afirmaban muy particularmente que este Sanedrín político sería<br />
capaz de traicionar algún día los principios de la Revolución de octubre. Pero en su<br />
conjunto, los marinos, impresionados por la fácil victoria, declaraban blandiendo sus<br />
armas: «En tal caso, si los cañones han podido alcanzar al Palacio de Invierno, también<br />
alcanzarán al Smolny.» (El ex Instituto Smolny fue sede del gobierno bolchevique en<br />
seguida de la victoria).<br />
Como sabemos, la idea política, estatista, gubernamental, no estaba en 1917<br />
todavía desacreditada en Rusia. Ni al presente lo ha sido aún en ningún otro país. Será<br />
necesario tiempo y otras experiencias históricas para que las masas, esclarecidas al par<br />
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