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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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se eclipsaron a su vez. El movimiento no era de ellos. Ellos no lo dirigían. No les<br />

interesaba, pues. Ellos esperaban su momento.<br />

Detalle curioso: ciertos bolcheviques que habían enarbolado en un auto blindado<br />

una gran bandera roja con las iniciales de su Comité Central quisieron ponerse a la<br />

cabeza de la manifestación. Los marinos los obligaron a tomar ubicación más atrás,<br />

pues, como les declararon, no querían obrar bajo los auspicios del partido bolchevique,<br />

sino de su propio soviet.<br />

Los anarquistas, ya influyentes en Kronstadt, tomaron parte activa en la acción,<br />

en la que perdieron a algunos de sus militantes.<br />

Se trató, realmente, de un movimiento popular, que comprendió a algunos<br />

millares de rebeldes.<br />

Otro hecho curioso: después de las jornadas de julio, la prensa burguesa reanudó<br />

sus calumnias contra Kronstadt, insinuando que la sedición había sido organizada con<br />

dinero alemán (se puntualizaba que cada marino había recibido 25 rublos de oro por<br />

día), hablando de traición, etc. <strong>La</strong> prensa socialista le hizo coro, insinuando a su vez<br />

que el movimiento era obra de «elementos sospechosos». ¿No se ha dicho hace tiempo<br />

que «el socialismo es el mejor gendarme de la burguesía»?<br />

Esta campaña permitió a Kerenski amenazar a Kronstadt con severas represalias.<br />

Pero no se atrevió a traducirlas en hechos.<br />

Kronstadt, por lo demás, no se dejó intimidar. Se sentía cada vez más consciente<br />

de hallarse en el buen camino. Y también mayormente segura de estar próximo el día<br />

que las grandes masas comprenderían que la fe, la fuerza y los fines de la acción de<br />

Kronstadt eran los suyos.<br />

Fue entonces que Kronstadt desplegó su extraordinaria y febril actividad.<br />

Se comenzó por enviar, uno tras otro, agitadores y propagandistas populares –<br />

una especie de emisarios revolucionarios- a todos los rincones del país. <strong>La</strong>s palabras de<br />

orden y de enlace eran: «Todo el poder para los soviets». Por decenas se arrestaba a<br />

tales emisarios en el interior. Y Kronstadt respondía con nuevos envíos en masa. Bien<br />

pronto una gran satisfacción recompensó sus esfuerzos. Los marinos del mar Negro,<br />

sostenedores hasta entonces del gobierno de Kerenski, acabaron por poner en duda<br />

«las informaciones de fuente segura» sobre «el papel contrarrevolucionario de<br />

Kronstadt». Para tranquilidad de conciencia, enviaron una delegación, solemnemente<br />

recibida, que se puso en íntimo contacto con los de Kronstadt, comprendió su posición y<br />

actitudes y la mentira de la prensa y las autoridades. A partir de entonces se estableció<br />

estrecho vínculo entre ambas flotas.<br />

Algunas unidades de tropas del frente enviaron delegaciones a Kronstadt con el<br />

propósito de sondear el estado de espíritu de los marinos y tratar de hacerlos entrar en<br />

razón, llegado el caso; a tal punto había sido desnaturalizado su renombre por las<br />

calumnias. Una de tales delegaciones, integrada por imponente número de hombres<br />

decididos, de ser necesario, a una acción violenta, constituyó una verdadera expedición<br />

guerrera. Llegó ante Kronstadt en barcos cargados de armas (incluso cañones y<br />

ametralladoras), dispuesta a afrontar cualquier eventualidad. No se arriesgó a llegar la<br />

costa, porque según los diarios y los rumores, no podía confiar en soportar el nutrido<br />

fuego de los defensores de la «República Independiente de Kronstadt, a sueldo de<br />

Alemania». Se ancló a prudente distancia de la costa y se despachó algunas lanchas<br />

con plenipotenciarios. Desembarcaron y avanzaron hacia la ciudad prudentemente,<br />

como patrullas de exploradores en país enemigo. Todo terminó, como de costumbre,<br />

con una recepción solemne en el soviet y discusiones íntimas, apasionadas, pero<br />

amistosas. Los marinos locales retribuyeron la visita a los barcos de la expedición, que<br />

entraron al puerto. Los huéspedes visitaron, por su parte, las naves de guerra. A la<br />

noche, tras la cena, al son de músicas, la delegación, convencida, partió para el frente,<br />

a los gritos de «¡Todo el poder para los soviets locales!».<br />

A menudo las delegaciones les proponían a los marinos ir a reemplazar en el<br />

frente a las unidades fatigadas, y los de Kronstadt les exponían firmemente su punto de<br />

vista: «En tanto los campesinos no dispongan de la tierra ni la Revolución hay triunfado<br />

completamente, nada tienen que defender los trabajadores.»<br />

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