La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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dispuesto a favor del punto de vista de Zinoviev: estaba alerta contra el menor indicio de una<br />
tentativa contrarrevolucionaria en Kronstadt. Pero el discurso de Zinoviev bastó para<br />
convencerme de que las acusaciones comunistas contra los marinos eran pura invención, sin la<br />
menor sombra de veracidad. Oí hablar a Zinoviev en varias ocasiones. Tenía el don de<br />
convencer, una vez aceptadas sus premisas, pero en esa reunión su actitud, su argumentación,<br />
su tono y sus modales, todo reflejaba la falsedad y la insinceridad de sus palabras. Me<br />
resultaba patente la protesta de su propia conciencia. <strong>La</strong> única «pieza de convicción»<br />
presentada contra Kronstadt era la famosa Resolución del 1 de marzo, cuyas reivindicaciones<br />
eran justas y aun moderadas. Y no fue sino en base a ese documento y a la denuncia<br />
vehemente y casi histérica de Kalinin contra los marinos, que se decidió el paso fatal. <strong>La</strong><br />
resolución contra Kronstadt, preparada de antemano y presentada por conducto de<br />
Yevdokimov –brazo derecho de Zinoviev-, fue aceptada por los delegados sobreexcitados por<br />
exceso de intolerancia y de ferocidad sanguinaria. <strong>La</strong> aceptación de la moción belicosa tuvo<br />
lugar en pleno tumulto y entre las protestas de varios delegados de las fábricas de Petrogrado<br />
y del representante de los marinos. <strong>La</strong> resolución declaró a Kronstadt culpable de sedición<br />
contrarrevolucionaria y exigía su rendición inmediata.<br />
Era una declaración de guerra. Muchos de los comunistas mismos se rehusaban a creer<br />
que se llegara a ponerla en obra; les pareció monstruoso atacar con la fuerza armada «al<br />
orgullo y la gloria de la Revolución rusa», como había bautizado Trotski a los marinos de<br />
Kronstadt. En círculos íntimos de amigos, gran número de comunistas sensatos amenazaban<br />
separarse del partido si se consumara acto tan sanguinario.<br />
Al día siguiente, 5 de marzo, Trotski publicó su ultimátum a Kronstadt, transmitido<br />
a la población por radio y trascrito en el número 5 de Izvestia, junto a los dos<br />
radiotelegramas relativos al envío de una delegación cuyas tratativas fueron,<br />
naturalmente, rotas. He aquí el documento:<br />
El gobierno de los obreros y campesinos ha decretado que Kronstadt y los navíos en<br />
rebelión deben someterse inmediatamente a la autoridad de la República soviética. Ordeno, por<br />
consiguiente, a todos los que levantaron la mano contra la patria socialista que rindan de<br />
inmediato las armas. Los recalcitrantes deberán ser desarmados y remitidos a las autoridades<br />
soviéticas. Los comisarios y otros representantes del gobierno que se encuentren arrestados<br />
deben ser puestos en libertad inmediatamente. Sólo aquellos que se rindan incondicionalmente<br />
pueden contar con un acto de gracia de la República soviética.<br />
Publico simultáneamente la orden de preparar la represión de la revuelta y la sumisión de<br />
los marinos por la fuerza armada. Toda la responsabilidad de los daños que la población<br />
pacífica pueda sufrir por ello recaerá enteramente sobre los amotinados contrarrevolucionarios.<br />
Esta advertencia es definitiva.<br />
Trotski, presidente del Consejo Militar <strong>Revolucion</strong>ario de la República;<br />
Kamenev, comandante en jefe.<br />
Este ultimátum fue seguido por la orden de Trotski, conteniendo la histórica<br />
amenaza: «¡Os abatiré como perdices!»<br />
Algunos anarquistas de Petrogrado, aún en libertad, intentaron un último esfuerzo<br />
para disuadir a los bolcheviques, de atacar a Kronstadt. Consideraban su deber, ante la<br />
Revolución, intentar tal cosa para impedir la inminente masacre de la élite<br />
revolucionaria de Rusia: los obreros y marinos de Kronstadt. El 5 de marzo enviaron un<br />
escrito al Comité de Defensa, subrayando las pacíficas intenciones y las justas<br />
reivindicaciones de Kronstadt, recordando a los comunistas la heroica historia<br />
revolucionaria de los marinos y proponiendo un medio de resolver el conflicto, medio<br />
digno de camaradas y revolucionarios.<br />
He aquí el documento 74 :<br />
74 Para que no se asombre el lector de que hubiese aún, en 1921, anarquistas en libertad en Petrogrado,<br />
hemos de señalar que los firmantes del documento no eran considerados peligrosos por los bolcheviques.<br />
Alexander Berkman y Emma Goldman no habían militado en Rusia; Perkus y Petrovski eran anarquistas<br />
llamados soviéticos (pro-bolcheviques). Más tarde, sin embargo, Berkman y la Goldman fueron desterrados,<br />
ignoro la suerte de Perkus y Petrovski. Por lo demás, los últimos vestigios del movimiento anarquista<br />
desaparecieron en 1921.<br />
En cuanto al documento mismo, advertirá el lector que ha sido necesariamente concebido en términos asaz<br />
conciliadores, vagos y hasta ambiguos. Sus autores alentaban la ingenua y vana esperanza de poder razonar<br />
con los bolcheviques y persuadirlos a obrar «en un espíritu de camaradería». Pero los bolcheviques no eran<br />
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